MANIFIESTO POR UN FUTURO LIBRE DE PARTIDOCRACIA
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados
...i’ve waited for this
Right here, right now,
There is no other place
I want to be
Right here, right now,
Watching the world
Wake up from history
Jesus Jones
El 10 de julio de cada año, a partir del 2005, deberá ser un día de júbilo nacional, pues en este día se le dio la primera gran estocada a la partidocracia. Cerca de medio millón de personas participaron en un evento electoral sin haber sido convocados ni interpelados por partido político alguno.
En principio, el referéndum sobre la unicarmeralidad fue interpretado como un rechazo a la guerra política sin cuartel que se desataba entonces por el presupuesto del año fiscal 2005-06. Al quedar el poder dividido entre los partidos que dominaron la elección del 2004 (y sin que tuviese, ninguno de los dos, posibilidades de monopolizarlo), su ejercicio quedó reducido al tranque absoluto. Las iniciativas de cada bando fueron canceladas por el poder constitucional del otro. Mientras el ejecutivo tronchaba cualquier posibilidad de un debate sobre status, el legislativo echaba al suelo cualquier iniciativa de desarrollo económico empujada por el gobernador. Fue la inercia política llevada a su extremo, con la posibilidad de que la “guerra partidocrática nuestra de cada día” se reprodujera ad infinitum por lo largo de cuatro años. Fácil suponer, ante tal panorama, que la consigna para apoyar al referéndum fuera “castígalos con tu voto.”
Asumir así la histórica votación del 10 de julio de 2005 es, en cierta manera, perpetuar la validez de la partidocracia. Es casi como recibir un regaño por haber condenado a Roselló a su exilio político-mental por sufrir de status dementia, y soportar su actual delirio como una forma de expiar nuestras culpas. Es arrogarse la responsabilidad de la actual guerra sin cuartel, y tener que cargar sobre el lomo todo el desastre económico resultante de ella. No tiene que ser así.
El avasallador triunfo de la unicameralidad en el referéndum puede verse como un paso decisivo en la derogación del monopolio ejercido por los partidos políticos en los pasados 50 años, para así adelantar otra forma de organizar la experiencia del poder en el país. Seguir pensando dentro de los límites cognitivos de la partidocracia impide repensar lo político fuera del debate del status. Resulta necesario, en el momento en que vivimos, forjar la gestión pública desde parámetros que no estén vinculados a la definición del status. Aquí proponemos algunos vectores desde los cuales adelantar la causa y empujar así la partidocracia al olvido.
Ecosistema
[(De eco- y sistema) 1. m. Comunidad de los seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente.]
La partidocracia nació de la relación colonial (en el estricto sentido de la política moderna) que Puerto Rico sostuvo con los Estados Unidos en la primera parte del siglo XX. El Estado Libre Asociado (ELA) fue una reformulación de la relación con la metrópoli; el imaginario geopolítico del puertorriqueño continuó girando en torno a ella como centro del universo, obviando así la existencia del resto del planeta. Tal fue el caso que en momentos donde dicho imaginario se vio resquebrajado (particularmente en la década del setenta), Romero Barceló logró construir la oposición independentista como “bárbaros” prestos a introducir “el terror” y apartarnos así del “verdadero eje” de nuestra existencia política.
En tiempos presentes, sin embargo, la idea de un solo eje organizador de la existencia ha quedado caduca. Con el fin de la guerra fría el poder quedó desplazado en múltiples ejes, y surgió la necesidad de asumir el mundo como algo más que “ellos y nosotros.” De igual modo, la explosión del comercio global ha dado constancia de lo vasto del territorio, planteando toda una serie de interrogantes acerca de cómo asumirle. Utilizando la Internet como metáfora, el mundo globalizado se ha levantado a partir de la compresión (casi absoluta) de los vectores modernos del espacio y el tiempo. Esto nos arroja de lleno en la era de la simultaneidad; el estar siempre presentes en todas partes (ya sea conectados por el Internet, la televisión, las redes inalámbricas o el teléfono celular), la abolición de las fronteras físicas y la posibilidad (o imposibilidad) de convivir con la diferencia. En un mundo donde todo está siempre presente, es inadmisible obviar eventos como la actual crisis de medio oriente. No sólo se trata de presenciarle en directo a través de las pantallas (televisivas o computarizadas); las repercusiones del conflicto las vivimos inmediatamente con las fluctuaciones en el precio del petróleo o la amenaza del terrorismo.
Mientras la partidocracia continúe gobernando nuestro imaginario geopolítico, la posibilidad de asumir ese mundo globalizado se verá limitada.
Biodiversidad
[1. f. Variedad de especies animales y vegetales en su medio ambiente.]
El principio de organización fundamental de la partidocracia lo es la intolerancia hacia la preferencia de status del contrario. Lo que hace diferente al Partido Nuevo Progresista (PNP) de su némesis, el Partido Popular Democrático (PPD), lo es su posicionamiento en cuanto a este debate; los primeros pregonan la estadidad mientras que los otros prefieren en limbo político perpetuado. Más allá de esto, no hay diferencias significativas entre ambos. Una hojeada a los respectivos programas de gobierno de ambos, de cara a las elecciones de 2004, confirmaría esta premisa. Pero también es importante señalar otros paralelismos, como los niveles de corrupción, sus tendencias innatas al caciquismo, el desfreno en perseguir empleados públicos del bando contrario, etc. Sin embargo, ambos partidos, a partir de la segunda mitad del siglo veinte, lograron calar muy hondo dentro del imaginario del puertorriqueño de modo tal que pareciese que lo que define la subjetividad del puertorriqueño es su preferencia por alguna de las alternativas de status disponibles.
Pero en la medida en que nos adentramos al siglo XXI, el estado nacional moderno (bajo el cual está construido el discurso de la partidocracia y su obsesión con el asunto del status), ha perdido relevancia. La globalización, la licuefacción del capital y la instauración de la cadena global de distribución han replanteado la geopolítica a tal grado que las viejas dicotomías modernas han quedado obsoletas, particularmente la guerra fría (que dio paso al ELA en principio). La necesidad de asumir la diferencia se hace ineludible, ya sea por la amenaza que pudiera representar en cuanto a supervivencia, o por la necesidad de otros de expandir sus respectivos mercados.
Por ejemplo, la dependencia al petróleo que sufre el mundo posmoderno embriagado por el aroma del neoliberalismo cada día nos empuja más a la triste realidad (para algunos) de tener que compartir la existencia con extremos que en antaño pensamos inconexos o simplemente retrógrados. La única manera que Estados Unidos sobrevive su actual decadencia como superpotencia es aprendiendo a vivir con sus antiguos enemigos, como el islamismo. Pero de igual manera, el islamismo debe educarse para poder negociar con las fuerzas del neoliberalismo. Esto no implica rendirse a los pies de éste; simplemente indica uno de los lugares donde reside el agenciamiento en tiempos venideros. Si se utiliza el respeto como parámetro, existe la posibilidad de concebir formas de convivencia particularizadas que den paso simultáneamente al neoliberalismo y a la singularidad del territorio. De eso trata la biodiversidad.
Derogar el maniqueísmo partidocrático en Puerto Rico daría paso a la posibilidad de plantearse las formas en que se instauraría la biodiversidad con respecto al neoliberalismo y la peculiaridad de nuestro territorio. Por ejemplo, qué se desea: una inserción feroz y salvaje a la cadena global de distribución que utilice el servilismo como eje subjetivante, o la creación de una alianza que permita una introducción moderada del mismo velando por los intereses de los sujetos del consumo constituidos como comunidades ecosistémicas. Se le permite a Wal-Mart su entrada indiscriminada en el territorio en aras de una supuesta competitividad por encima de otros territorios, y a costa de la destrucción de las pequeñas y medianas empresas (al igual que sus comunidades), o la negociación de unas bases de convivencia fundamentadas en los preceptos de la “responsabilidad social empresarial.”
Mientras la partidocracia continúe rigiendo el poder político, no sólo se pone en duda la competitividad del territorio. La intolerancia que le da vida impediría la posibilidad de inserción dentro de la cadena global de distribución. Por esto se debe abolir permanentemente la actual estructura de partidos políticos en el país. Es la única manera de diseminar la biodiversidad como agenciamiento.
El Ser Sustentable
[1. adj. Que se puede sustentar o defender con razones.]
La actual crisis fiscal que sufre el modelo de gobierno presente es quizá lo más apartado que se puede estar de ser sustentable: a modo de mantener funcionando un aparato gubernamental completamente ineficiente, se grava el bolsillo de los consumidores, se encarece el costo de vida y se reduce cuantiosamente la competitividad del país con respecto a la geopolítica actual. ¿A costa de qué se justifica un aumento en los impuestos? ¿Para la realización de más “obra pública”? ¿Cuál obra? ¿El llamado Tren Urbano o el Coliseo de Puerto Rico (ambos monumentos a la inutilidad)?
Puede que las acciones del "Chief Reengineering Officer" del gobierno actual, Jorge Silva Puras, representen una reconceptualización de la gestión pública. De hecho la acción de nombrarle Secretario de Estado es de por sí un reconocimiento de lo ineficiente que resulta la formulación actual del gobierno. Pero, ¿dónde colocar a los empleados desplazados, aquellos que por motivos de la reingeniería pierden sus trabajos? Sin una estrategia que logre atraer capital líquido y realce la competitividad del país, todas estas acciones, por más bien intencionadas que sean, ahondarán la crisis actual. Tal parece que sus acciones están encaminadas por la misma vereda que transita el ilustre Secretario de Educación, doctor Aragunde, despidiendo a los asistentes de educación especial y relocalizando el altamente especializado (en materia de alimentos, n0 educación especial) personal de comedores escolares para que realicen esta labor.
El ser sustentable se logra en la medida en que las alianzas entre el capital líquido y los sujetos del consumo se integran como ecosistema, en una sociedad basada en la biodiversidad y donde se persiga el beneficio de ambas partes. Las estrategias de “responsabilidad social empresarial” entrañan lo sustentable: el capital líquido establece nuevos mercados en la medida en que contribuye al establecimiento o fortalecimiento de los sujetos del consumo. Pero el capital sólo establece alianzas allí donde el terreno es fértil para su crecimiento. De eso trata la competitividad.
En Puerto Rico eso se traduce en sujetos del consumo altamente cualificados (bien educados), en un ambiente propicio para el establecimiento de cadenas de distribución globales donde la gestión pública destile eficiencia y tenga como propósito el bien de estas alianzas. Pero mientras esta gestión sea minada por discusiones decimonónicas sobre cuál solución de estatus es la más conveniente (u honorable), mientras el gobierno sea dirigido por políticos latifundistas que entiendan la labor pública como el manejo de una hacienda, no será posible lograr un ecosistema biodiverso autosustentable.
Por eso, es necesario continuar el camino ya trazado y dar fin a “la partidocracia nuestra de cada día.”
2006, Derechos Reservados
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There is no other place
I want to be
Right here, right now,
Watching the world
Wake up from history
Jesus Jones
El 10 de julio de cada año, a partir del 2005, deberá ser un día de júbilo nacional, pues en este día se le dio la primera gran estocada a la partidocracia. Cerca de medio millón de personas participaron en un evento electoral sin haber sido convocados ni interpelados por partido político alguno.
En principio, el referéndum sobre la unicarmeralidad fue interpretado como un rechazo a la guerra política sin cuartel que se desataba entonces por el presupuesto del año fiscal 2005-06. Al quedar el poder dividido entre los partidos que dominaron la elección del 2004 (y sin que tuviese, ninguno de los dos, posibilidades de monopolizarlo), su ejercicio quedó reducido al tranque absoluto. Las iniciativas de cada bando fueron canceladas por el poder constitucional del otro. Mientras el ejecutivo tronchaba cualquier posibilidad de un debate sobre status, el legislativo echaba al suelo cualquier iniciativa de desarrollo económico empujada por el gobernador. Fue la inercia política llevada a su extremo, con la posibilidad de que la “guerra partidocrática nuestra de cada día” se reprodujera ad infinitum por lo largo de cuatro años. Fácil suponer, ante tal panorama, que la consigna para apoyar al referéndum fuera “castígalos con tu voto.”
Asumir así la histórica votación del 10 de julio de 2005 es, en cierta manera, perpetuar la validez de la partidocracia. Es casi como recibir un regaño por haber condenado a Roselló a su exilio político-mental por sufrir de status dementia, y soportar su actual delirio como una forma de expiar nuestras culpas. Es arrogarse la responsabilidad de la actual guerra sin cuartel, y tener que cargar sobre el lomo todo el desastre económico resultante de ella. No tiene que ser así.
El avasallador triunfo de la unicameralidad en el referéndum puede verse como un paso decisivo en la derogación del monopolio ejercido por los partidos políticos en los pasados 50 años, para así adelantar otra forma de organizar la experiencia del poder en el país. Seguir pensando dentro de los límites cognitivos de la partidocracia impide repensar lo político fuera del debate del status. Resulta necesario, en el momento en que vivimos, forjar la gestión pública desde parámetros que no estén vinculados a la definición del status. Aquí proponemos algunos vectores desde los cuales adelantar la causa y empujar así la partidocracia al olvido.
Ecosistema
[(De eco- y sistema) 1. m. Comunidad de los seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente.]
La partidocracia nació de la relación colonial (en el estricto sentido de la política moderna) que Puerto Rico sostuvo con los Estados Unidos en la primera parte del siglo XX. El Estado Libre Asociado (ELA) fue una reformulación de la relación con la metrópoli; el imaginario geopolítico del puertorriqueño continuó girando en torno a ella como centro del universo, obviando así la existencia del resto del planeta. Tal fue el caso que en momentos donde dicho imaginario se vio resquebrajado (particularmente en la década del setenta), Romero Barceló logró construir la oposición independentista como “bárbaros” prestos a introducir “el terror” y apartarnos así del “verdadero eje” de nuestra existencia política.
En tiempos presentes, sin embargo, la idea de un solo eje organizador de la existencia ha quedado caduca. Con el fin de la guerra fría el poder quedó desplazado en múltiples ejes, y surgió la necesidad de asumir el mundo como algo más que “ellos y nosotros.” De igual modo, la explosión del comercio global ha dado constancia de lo vasto del territorio, planteando toda una serie de interrogantes acerca de cómo asumirle. Utilizando la Internet como metáfora, el mundo globalizado se ha levantado a partir de la compresión (casi absoluta) de los vectores modernos del espacio y el tiempo. Esto nos arroja de lleno en la era de la simultaneidad; el estar siempre presentes en todas partes (ya sea conectados por el Internet, la televisión, las redes inalámbricas o el teléfono celular), la abolición de las fronteras físicas y la posibilidad (o imposibilidad) de convivir con la diferencia. En un mundo donde todo está siempre presente, es inadmisible obviar eventos como la actual crisis de medio oriente. No sólo se trata de presenciarle en directo a través de las pantallas (televisivas o computarizadas); las repercusiones del conflicto las vivimos inmediatamente con las fluctuaciones en el precio del petróleo o la amenaza del terrorismo.
Mientras la partidocracia continúe gobernando nuestro imaginario geopolítico, la posibilidad de asumir ese mundo globalizado se verá limitada.
Biodiversidad
[1. f. Variedad de especies animales y vegetales en su medio ambiente.]
El principio de organización fundamental de la partidocracia lo es la intolerancia hacia la preferencia de status del contrario. Lo que hace diferente al Partido Nuevo Progresista (PNP) de su némesis, el Partido Popular Democrático (PPD), lo es su posicionamiento en cuanto a este debate; los primeros pregonan la estadidad mientras que los otros prefieren en limbo político perpetuado. Más allá de esto, no hay diferencias significativas entre ambos. Una hojeada a los respectivos programas de gobierno de ambos, de cara a las elecciones de 2004, confirmaría esta premisa. Pero también es importante señalar otros paralelismos, como los niveles de corrupción, sus tendencias innatas al caciquismo, el desfreno en perseguir empleados públicos del bando contrario, etc. Sin embargo, ambos partidos, a partir de la segunda mitad del siglo veinte, lograron calar muy hondo dentro del imaginario del puertorriqueño de modo tal que pareciese que lo que define la subjetividad del puertorriqueño es su preferencia por alguna de las alternativas de status disponibles.
Pero en la medida en que nos adentramos al siglo XXI, el estado nacional moderno (bajo el cual está construido el discurso de la partidocracia y su obsesión con el asunto del status), ha perdido relevancia. La globalización, la licuefacción del capital y la instauración de la cadena global de distribución han replanteado la geopolítica a tal grado que las viejas dicotomías modernas han quedado obsoletas, particularmente la guerra fría (que dio paso al ELA en principio). La necesidad de asumir la diferencia se hace ineludible, ya sea por la amenaza que pudiera representar en cuanto a supervivencia, o por la necesidad de otros de expandir sus respectivos mercados.
Por ejemplo, la dependencia al petróleo que sufre el mundo posmoderno embriagado por el aroma del neoliberalismo cada día nos empuja más a la triste realidad (para algunos) de tener que compartir la existencia con extremos que en antaño pensamos inconexos o simplemente retrógrados. La única manera que Estados Unidos sobrevive su actual decadencia como superpotencia es aprendiendo a vivir con sus antiguos enemigos, como el islamismo. Pero de igual manera, el islamismo debe educarse para poder negociar con las fuerzas del neoliberalismo. Esto no implica rendirse a los pies de éste; simplemente indica uno de los lugares donde reside el agenciamiento en tiempos venideros. Si se utiliza el respeto como parámetro, existe la posibilidad de concebir formas de convivencia particularizadas que den paso simultáneamente al neoliberalismo y a la singularidad del territorio. De eso trata la biodiversidad.
Derogar el maniqueísmo partidocrático en Puerto Rico daría paso a la posibilidad de plantearse las formas en que se instauraría la biodiversidad con respecto al neoliberalismo y la peculiaridad de nuestro territorio. Por ejemplo, qué se desea: una inserción feroz y salvaje a la cadena global de distribución que utilice el servilismo como eje subjetivante, o la creación de una alianza que permita una introducción moderada del mismo velando por los intereses de los sujetos del consumo constituidos como comunidades ecosistémicas. Se le permite a Wal-Mart su entrada indiscriminada en el territorio en aras de una supuesta competitividad por encima de otros territorios, y a costa de la destrucción de las pequeñas y medianas empresas (al igual que sus comunidades), o la negociación de unas bases de convivencia fundamentadas en los preceptos de la “responsabilidad social empresarial.”
Mientras la partidocracia continúe rigiendo el poder político, no sólo se pone en duda la competitividad del territorio. La intolerancia que le da vida impediría la posibilidad de inserción dentro de la cadena global de distribución. Por esto se debe abolir permanentemente la actual estructura de partidos políticos en el país. Es la única manera de diseminar la biodiversidad como agenciamiento.
El Ser Sustentable
[1. adj. Que se puede sustentar o defender con razones.]
La actual crisis fiscal que sufre el modelo de gobierno presente es quizá lo más apartado que se puede estar de ser sustentable: a modo de mantener funcionando un aparato gubernamental completamente ineficiente, se grava el bolsillo de los consumidores, se encarece el costo de vida y se reduce cuantiosamente la competitividad del país con respecto a la geopolítica actual. ¿A costa de qué se justifica un aumento en los impuestos? ¿Para la realización de más “obra pública”? ¿Cuál obra? ¿El llamado Tren Urbano o el Coliseo de Puerto Rico (ambos monumentos a la inutilidad)?
Puede que las acciones del "Chief Reengineering Officer" del gobierno actual, Jorge Silva Puras, representen una reconceptualización de la gestión pública. De hecho la acción de nombrarle Secretario de Estado es de por sí un reconocimiento de lo ineficiente que resulta la formulación actual del gobierno. Pero, ¿dónde colocar a los empleados desplazados, aquellos que por motivos de la reingeniería pierden sus trabajos? Sin una estrategia que logre atraer capital líquido y realce la competitividad del país, todas estas acciones, por más bien intencionadas que sean, ahondarán la crisis actual. Tal parece que sus acciones están encaminadas por la misma vereda que transita el ilustre Secretario de Educación, doctor Aragunde, despidiendo a los asistentes de educación especial y relocalizando el altamente especializado (en materia de alimentos, n0 educación especial) personal de comedores escolares para que realicen esta labor.
El ser sustentable se logra en la medida en que las alianzas entre el capital líquido y los sujetos del consumo se integran como ecosistema, en una sociedad basada en la biodiversidad y donde se persiga el beneficio de ambas partes. Las estrategias de “responsabilidad social empresarial” entrañan lo sustentable: el capital líquido establece nuevos mercados en la medida en que contribuye al establecimiento o fortalecimiento de los sujetos del consumo. Pero el capital sólo establece alianzas allí donde el terreno es fértil para su crecimiento. De eso trata la competitividad.
En Puerto Rico eso se traduce en sujetos del consumo altamente cualificados (bien educados), en un ambiente propicio para el establecimiento de cadenas de distribución globales donde la gestión pública destile eficiencia y tenga como propósito el bien de estas alianzas. Pero mientras esta gestión sea minada por discusiones decimonónicas sobre cuál solución de estatus es la más conveniente (u honorable), mientras el gobierno sea dirigido por políticos latifundistas que entiendan la labor pública como el manejo de una hacienda, no será posible lograr un ecosistema biodiverso autosustentable.
Por eso, es necesario continuar el camino ya trazado y dar fin a “la partidocracia nuestra de cada día.”