miércoles, junio 28, 2006

ESTAMPAS DEL CAOS (III): (H)AN(N)ÍBAL

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

I
A sólo dos días de haberse apoderado el caos del país, el gobernador Aníbal Acevedo Vilá decidió visitar las agencias que le proveían ayuda a los casi 100,000 empleados públicos desempleados gracias al cierre patronal. Acevedo Vilá no fue recibido ni con abucheos, ni protestas; todo lo contrario. Los que allí se encontraban, lo saludaban apaciguadamente, con sus rostros descompuestos no por su presencia, sino por la situación que los aquejaba. Hubo hasta muestras de afecto, y en más de una ocasión algún que otro empleado público le expresó apoyo a su propuesta de introducir un impuesto al consumo del 7% como forma de finalizar el caos.

Acevedo Vilá, en su “field trip” no se limitó a las oficinas del desempleo o del Departamento de la Familia. Las cámaras de los noticieros lo captaron mientras almorzaba tranquilamente, como un comensal más, en San Patricio Plaza. Su rostro reflejaba cansancio y pesadez; sus ayudantes alrededor mostraban preocupación no con el caos, sino con la posibilidad de que fuera agredido verbal o físicamente su jefe. Pero en la escena no se pudo constatar si había algún paisano molesto con su presencia. Nuevamente, no hubo abucheos, protestas ni manifestaciones en contra del Gobernador.

Esta visita inesperada del principal propulsor del caos a lugares públicos, marcó el final del conflicto. Estoy seguro que su fortificado y resguardado despacho cameral, José P. Aponte debió haber sentido envidia. Debió estar seguro que la maroma política del Gobernador no podía ser replicada por él, ya que de seguro hubiera sido linchado pública y privadamente, de formal verbal y física. Si el caos se extendió unos días más y José P. continuó actuando como un primitivo guerrero político, fue porque el martes 2 de mayo de 2006 comprendió que Acevedo Vilá sería gobernador por lo que resta de cuatrienio y el próximo también.

II
La carrera política del hoy gobernador, Aníbal Acevedo Vilá, es uno de esos fenómenos incomprensibles de tiempos pasados que marcaron el feudo partidocrático. Nunca perdió (ni perderá) ninguna elección, controversia, evento o circunstancia en la que se vio envuelto. Revivió un partido abatido por el limbo súper impuesto del plebiscismo desencadenado por la embriaguez política de un Roselló en puro apogeo. Cedió el poder en el momento que Doña Sila surgió como salvadora del “modo de vida partidocrático” del Partido Popular Democrático (PPD) en la llegada del nuevo milenio. Sobrevivió al descalabro caótico orquestrado por la señora hacendada, vigorosamente enfocada en el cortejo de su peón latifundista encargado del desarrollo económico del país. Ante el aborrecimiento y aburrimiento de una quinceañera cincuentona profusamente enamorada, y la selección dedocrática de un vástago partidocrático como heredero del poder político partidocrático de turno, se mantuvo a la espera confiado en su olfato. Y ante el rendimiento de su partido a la monopolización del poder por un cuatrienio más, aceptó el reto de reconocer el descalabro, la desquicia y la desfachatez de empujar el país a la quiebra económica, política e ideológica.

El reto no terminó allí. Debió enfrentar a un envejecido y vetusto Roselló, resurgido de sus propias cenizas como un Mesías resurrectado en un espacio de tiempo que atentó seriamente contra las leyes impuestas acerca de la caducidad de los productos políticos. Tenía las de perder, a pesar de que semanalmente uno que otro de sus antiguos colaboradores de su rival recibía una invitación de la agencia de pasajes en la Chardón (presidida, claro está, por un Juez Federal) y hacían lo imposible por ingresar en el hotel menos prestigioso de Guaynabo: el MDC (Metropolitan Detention Center).

Acevedo Vilá sacó de la manga un as inesperado a sólo tres semanas de las elecciones generales: venció a Roselló allí donde muchos sabían que se podía hacer, pero que pocos imaginaban lo lograría hacer. Los debates televisivos destaparon el podrido aroma de la gesta de Roselló. No, no era un Mesías, sino un cadáver descompuesto e irreconocible que seguía siendo el mismo de antes: un enloquecido estadista partidocrático con ansias de monopolizar el poder político con tal de adelantar su particular agenda de status. En cambio, su contrincante lució lo suficientemente ambivalente (en cuestiones de status), como convincente (en todo lo demás), como para persuadir a los sujetos de consumo de que su opción era la mejor por default, no por convencimiento.

III
Quizá su mayor gesta sea el haber triunfado en el caos “producido y arreglado” por el mismo. Este no sólo empujo el país al caos, sino que logró mantenerlo por el espacio de tiempo que quisiese y sin que la oposición política pudiera hacer nada. Como hábil titiritero, manejo la opinión pública y logró propulsar su propia versión de lo real de modo tal que hoy día nadie duda de la maldad, arrogancia, ineptitud y falta de inteligencia del presidente cameral, José P. Aponte Hernández. Tampoco se duda de la complicidad con el lado oscuro de la fuerza de su ex rival político por la gobernación, Pedro Roselló. La totalidad de la delegación estadista en la Cámara de Representantes ha caído también en el bote; ya nadie recuerda sus nombres ni rostros (salvo el semblante compungido de Antonio Silva), pero todos están convencidos de su incompetencia.

Sin presencia escénica, ni porte de galán novelesco, con una oratoria deficiente y hasta aburrida, Acevedo Vilá ha logrado lo que Roselló pretendió sin mucho éxito: monopolizar el poder político partidocrático a gusto y gana, ejerciéndolo con brillantina y vaselina, en el paso asfixiando cualquier bolsillo reflexivo en la esfera pública. Su estrategia de lanzar el país al caos persiguió sustraer de la esfera política los discursos de la oposición sobre la administración del poder político en el país. Una vez éste quedó expulsado de la misma, impuso su versión particular acerca de la crisis del estado benefactor.

IV
Mes y medio más tarde, no existe oposición ninguna a la imposición de un impuesto a la venta combinado con la retrograda y desgastada estructura tributaria de una sociedad centrada en la producción. En otras palabras: de un plumazo los impuestos crecieron en un 7% en el país, sin que nadie lo advirtiera, y sin ninguna oposición efectiva al respecto. Los llamados a advertir sobre el asalto al bolsillo de los sujetos de consumo, o navegan sin rumbo en el mar del descrédito (la oposición política), o todavía habitan un país de las maravillas centrado en la producción y donde, un día de estos, resucitará (también con fecha de vencimiento caduca) un natimuerto dios llamado proletario (el mal llamado movimiento obrero).

En todo caso, existe y seguirá existiendo la opinión generalizada de que en la Cámara de Representantes se pierde el tiempo y se legislan beneficios personales.

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