JORGE
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados
I
Pensar que la carrera de Jorge Santini en la política comenzó como asesor legislativo de Pedro Roselló resulta demasiado sorprendente. Jorge se convirtió en Senador no por sus virtudes pero sí por su trabajo político. Este ascendió con Roselló en la cresta de su reinado (en las elecciones del 1996), donde el Partido Nuevo Progresista (PNP) arrasó poniendo al Partido Popular Democrático (PPD) en serios aprietos. Como buen soldado rosellista de fila, se allanó a la decisión poco salomónica de asaltar la Presidencia del Senado y arrebatársela a Roberto Rexach Benítez, regalándosela al siempre perdedor (salvo en esta ocasión) Charlie Rodríguez. Su disciplina le valió estima por parte del partido, le ayudo a acumular capital político y, de esta manera, alimentar su pedestre hambre de poder (de escasos modales, por cierto).
Hasta ese momento, su carrera política puede hacer sido calificada de mezquina, poco fructífera e intrascendente. Pero un buen día a Jorge le dio por retar a su padrino político, Charlie (el siempre perderdor) por la candidatura a la poltrona municipal de San Juan. Desde ese momento, su carrera dio un giro inexplicable. El crecimiento exponencial de su capital político, su victoria un tanto inverosímil, y su capacidad de mantenerse en el poder, nuevamente, son sorprendentes. Por ello, debe tomarse con pinzas su idea de correr por la gobernación. Pero, bueno, Jorge quiere correr... ¿se lo permitirán? ¿O a Jorge alguien le está elevando los humos como parte de un “plan maestro” una estrategia de poder que necesita utilizarse para poder alcanzar propósitos ulteriores?
II
La derrota de Charlie en las primarias del 1999 era previsible. Si éste llegó al Senado fue por obra y gracia de Pedro. Cuando Roselló no figuró en la papeleta como candidato a gobernador, Charlie siempre perdió. De cara a las elecciones del 2000, con un partido en quiebra política, ideológica y moral, Rodríguez intentó dar el próximo paso, convertirse en alcalde de San Juan para después (¿quién sabe?) advenir candidato a la gobernación (después de todo, él, al igual que muchos, estaba convencido de la derrota venidera). Lo que no esperaba es que en su seguro camino a la alcaldía se le cruzaría uno de sus lacayos: Jorge Santini. Quien le había prestado el voto para desbancar a Rexach, se viró en contra, empecinándose en ir contra la maquinaria del partido (Rodríguez, después de todo, era otro lacayo de Pedro).
Santini triunfó porque no se durmió en laureles. Mientras Charlie se retozaba felizmente en su silla presidencial, ejerciendo cómodamente el poder al servicio de su jefe político, Jorge se paseaba por recovecos sanjuaneros en busca de apoyo. Aparecía además semanalmente en la televisión frente a frente a quien fuera su virtual contrincante por la poltrona municipal, Eduardo Bahtia. Estas estrategias le permitieron acumular capital político, y con el resultado primarista logró llamar la atención de los mecenas del partido. Nuevamente: ante la esperada derrota pesquerista, dichos contribuyentes comenzaron a mover sus fichas (monetarias, claro está) a favor de Jorge, entreteniendo la posibilidad de que éste fuera la salvación política del PNP en el 2004.
Santini pudo más que Eduardo porque el primero conjuró su deseo de prevalecer en la contienda con un aire populista que hacía recordar a Romero Barceló. Bahtia, en cambio, nunca pudo zafarse de su herencia hidalga; novato en la política (al igual que Jorge), pero revestido con el inevitable peso de la tradición popular patricia y hacendada, inscrita en su linaje familiar. Santini construyó a San Juan desde los residenciales y los arrabales; Eduardo desde las calles adoquinadas de un Viejo San Juan “gentrified.” Ante tal cuadro, ¿quién prevalecería?
III
La versión del populismo introducido por Santini en la contienda electoral del 2000 resultó ser una bastante lite. Fue una vil excusa para aumentar la porción de postecnócratas en el aparato gubernamental. El problema es que cuando se ensancha una clase como ésta, se aumenta el nivel de error, los parámetros de calidad decaen, y se termina vulgarizando lo que en principio pareció ser chic. Si Jorge prevaleció en el 2004 fue porque el PPD, por medio de Eduardo, volvió a cometer el mismo error: yuppies vs. vulgo.
Esto sirvió para echar a un lado el largo catálogo de desastres que se extiende hasta nuestros días. Errores crasos y groseros de administración pública que, más que atestar a la incompetencia del gobernante, confirma lo pedestre de su equipo de trabajo (sus postecnócratas). El saldo de sus primeros cuatro años: la profundización de la quiebra (fiscal y moral) del sistema de salud capitalino; la corrupción moral del programa de vivienda subsidiada; el chantaje cruel y político a las comunidades necesitadas del municipio; el baile sin cesar a favor de sus mecenas (padrinos) económicos y políticos; la quiebra (moral y financiera) de los programas de asistencia médica y social a pacientes VIH/SIDA; el uso sanchopancesco de los colores de su campaña política en los logos de los programas del municipio; el intento de aplastar comunidades de clase media para extender su populismo lite (a fuerza de aplanadoras y camiones de construcción); la utilización chapucera (como rehenes) de las personas sin hogar de la municipalidad; el vulgar readoquinamiento de la ciudad amurallada; etc.
Es demasiado para otorgarle a un personaje como Jorge. En realidad la responsabilidad debe ser atribuida a la camada de postecnócratas (reclutada por vaya usted a saber quién) embriagada por los logros de sus antecesores en la administración Roselló. Vivieron (y aún viven) empeñados en implantar una visión fragmentada y confusa de la ciudad, como si esta pudiera hacerse y rehacerse tal juego de bloques Lego. No logran entender que su gestión, en todo caso, no evoca una ciudad, ni siquiera un espacio en ruinas; más bien a una serie de ruinas. (Pero allí donde no existe ni moral ni ética, no puede esperarse más). Mientras esto sucedía, Jorge se paseaba por el parque de pelota actuando como vulgar populista.
Muy temprano se dieron cuenta los mecenas del PNP que la apuesta por Santini era un perfecto fiasco. Por eso, viajaron desesperadamente a Virginia para maquillar a Pedro de Mesías y regresarlo, vía express mail al país. Al percatarse de la movida, a Jorge no le quedó más remedio que posponer sus anhelos infantiles y volver a ser lacayo de su padre político. Además, con la asunción de Bahtia al poder se aseguraba cuatro años más para deshacer a San Juan...
IV
Resulta difícil pensar que Santini no se haya percatado de la ausencia de sus antiguos mecenas. Si ha vuelto a poner sus ojos en la candidatura a la gobernación, es por la bendición que Pedro le echara hace unos meses. Pero esto no significa nada. Roselló, en su afán por arraigarse al poder y pasar a la historia como mártir de la estadidad, ha necesitado de figuras que le permitan mantenerse a flote, a modo de dar la impresión de que es él quien controla el partido. La quiebra de su propia moral lo obliga, sin embargo, a buscar más de un candidato; unos días puede ser Leo, otros Jorge, y por si acaso nombra también al bufón de su corte (José, el Primitivo) como su posible sucesor. Pero el muy bien sabe que ninguno tiene posibilidades de ganar la contienda.
Ya se habló de Leo. De Primitivo no vale la pena ni hablar. A Jorge puede que le haya funcionado su populismo lite en San Juan. Pero precisamente, su construcción como sujeto de la calle le ha salido caro, y ante la asunción al poder del sujeto del consumo, éste no luce más como un Macho Camacho, preocupado por la brillantina y por recitar su versión del habla pueblerina a los cuatro vientos. Ciertamente le sirve a Roselló como interlocutor; quizá sea por eso que aún debemos soportarlo frente a un micrófono. Pero a Romero, quien está tras bastidores agitando el panal, Santini le vale un pedo. Él esta consciente de que con ese no llega ni a la esquina.
Pero cuando uno escucha que Ferdinand Pérez le sacó una “tarjeta roja” a Jorge, lo que si debe quedar claro es que si el plan maestro romerista funciona de cara a las elecciones del 2008, en el 2012 se deberá lidiar con él. Pues Ferdinand, quizá no cometa el mismo error que Eduardo (de patricio no tiene ni los modales), pero no le llega ni a los tobillos cuando de populismo lite se trata.
2006, Derechos Reservados
I
Pensar que la carrera de Jorge Santini en la política comenzó como asesor legislativo de Pedro Roselló resulta demasiado sorprendente. Jorge se convirtió en Senador no por sus virtudes pero sí por su trabajo político. Este ascendió con Roselló en la cresta de su reinado (en las elecciones del 1996), donde el Partido Nuevo Progresista (PNP) arrasó poniendo al Partido Popular Democrático (PPD) en serios aprietos. Como buen soldado rosellista de fila, se allanó a la decisión poco salomónica de asaltar la Presidencia del Senado y arrebatársela a Roberto Rexach Benítez, regalándosela al siempre perdedor (salvo en esta ocasión) Charlie Rodríguez. Su disciplina le valió estima por parte del partido, le ayudo a acumular capital político y, de esta manera, alimentar su pedestre hambre de poder (de escasos modales, por cierto).
Hasta ese momento, su carrera política puede hacer sido calificada de mezquina, poco fructífera e intrascendente. Pero un buen día a Jorge le dio por retar a su padrino político, Charlie (el siempre perderdor) por la candidatura a la poltrona municipal de San Juan. Desde ese momento, su carrera dio un giro inexplicable. El crecimiento exponencial de su capital político, su victoria un tanto inverosímil, y su capacidad de mantenerse en el poder, nuevamente, son sorprendentes. Por ello, debe tomarse con pinzas su idea de correr por la gobernación. Pero, bueno, Jorge quiere correr... ¿se lo permitirán? ¿O a Jorge alguien le está elevando los humos como parte de un “plan maestro” una estrategia de poder que necesita utilizarse para poder alcanzar propósitos ulteriores?
II
La derrota de Charlie en las primarias del 1999 era previsible. Si éste llegó al Senado fue por obra y gracia de Pedro. Cuando Roselló no figuró en la papeleta como candidato a gobernador, Charlie siempre perdió. De cara a las elecciones del 2000, con un partido en quiebra política, ideológica y moral, Rodríguez intentó dar el próximo paso, convertirse en alcalde de San Juan para después (¿quién sabe?) advenir candidato a la gobernación (después de todo, él, al igual que muchos, estaba convencido de la derrota venidera). Lo que no esperaba es que en su seguro camino a la alcaldía se le cruzaría uno de sus lacayos: Jorge Santini. Quien le había prestado el voto para desbancar a Rexach, se viró en contra, empecinándose en ir contra la maquinaria del partido (Rodríguez, después de todo, era otro lacayo de Pedro).
Santini triunfó porque no se durmió en laureles. Mientras Charlie se retozaba felizmente en su silla presidencial, ejerciendo cómodamente el poder al servicio de su jefe político, Jorge se paseaba por recovecos sanjuaneros en busca de apoyo. Aparecía además semanalmente en la televisión frente a frente a quien fuera su virtual contrincante por la poltrona municipal, Eduardo Bahtia. Estas estrategias le permitieron acumular capital político, y con el resultado primarista logró llamar la atención de los mecenas del partido. Nuevamente: ante la esperada derrota pesquerista, dichos contribuyentes comenzaron a mover sus fichas (monetarias, claro está) a favor de Jorge, entreteniendo la posibilidad de que éste fuera la salvación política del PNP en el 2004.
Santini pudo más que Eduardo porque el primero conjuró su deseo de prevalecer en la contienda con un aire populista que hacía recordar a Romero Barceló. Bahtia, en cambio, nunca pudo zafarse de su herencia hidalga; novato en la política (al igual que Jorge), pero revestido con el inevitable peso de la tradición popular patricia y hacendada, inscrita en su linaje familiar. Santini construyó a San Juan desde los residenciales y los arrabales; Eduardo desde las calles adoquinadas de un Viejo San Juan “gentrified.” Ante tal cuadro, ¿quién prevalecería?
III
La versión del populismo introducido por Santini en la contienda electoral del 2000 resultó ser una bastante lite. Fue una vil excusa para aumentar la porción de postecnócratas en el aparato gubernamental. El problema es que cuando se ensancha una clase como ésta, se aumenta el nivel de error, los parámetros de calidad decaen, y se termina vulgarizando lo que en principio pareció ser chic. Si Jorge prevaleció en el 2004 fue porque el PPD, por medio de Eduardo, volvió a cometer el mismo error: yuppies vs. vulgo.
Esto sirvió para echar a un lado el largo catálogo de desastres que se extiende hasta nuestros días. Errores crasos y groseros de administración pública que, más que atestar a la incompetencia del gobernante, confirma lo pedestre de su equipo de trabajo (sus postecnócratas). El saldo de sus primeros cuatro años: la profundización de la quiebra (fiscal y moral) del sistema de salud capitalino; la corrupción moral del programa de vivienda subsidiada; el chantaje cruel y político a las comunidades necesitadas del municipio; el baile sin cesar a favor de sus mecenas (padrinos) económicos y políticos; la quiebra (moral y financiera) de los programas de asistencia médica y social a pacientes VIH/SIDA; el uso sanchopancesco de los colores de su campaña política en los logos de los programas del municipio; el intento de aplastar comunidades de clase media para extender su populismo lite (a fuerza de aplanadoras y camiones de construcción); la utilización chapucera (como rehenes) de las personas sin hogar de la municipalidad; el vulgar readoquinamiento de la ciudad amurallada; etc.
Es demasiado para otorgarle a un personaje como Jorge. En realidad la responsabilidad debe ser atribuida a la camada de postecnócratas (reclutada por vaya usted a saber quién) embriagada por los logros de sus antecesores en la administración Roselló. Vivieron (y aún viven) empeñados en implantar una visión fragmentada y confusa de la ciudad, como si esta pudiera hacerse y rehacerse tal juego de bloques Lego. No logran entender que su gestión, en todo caso, no evoca una ciudad, ni siquiera un espacio en ruinas; más bien a una serie de ruinas. (Pero allí donde no existe ni moral ni ética, no puede esperarse más). Mientras esto sucedía, Jorge se paseaba por el parque de pelota actuando como vulgar populista.
Muy temprano se dieron cuenta los mecenas del PNP que la apuesta por Santini era un perfecto fiasco. Por eso, viajaron desesperadamente a Virginia para maquillar a Pedro de Mesías y regresarlo, vía express mail al país. Al percatarse de la movida, a Jorge no le quedó más remedio que posponer sus anhelos infantiles y volver a ser lacayo de su padre político. Además, con la asunción de Bahtia al poder se aseguraba cuatro años más para deshacer a San Juan...
IV
Resulta difícil pensar que Santini no se haya percatado de la ausencia de sus antiguos mecenas. Si ha vuelto a poner sus ojos en la candidatura a la gobernación, es por la bendición que Pedro le echara hace unos meses. Pero esto no significa nada. Roselló, en su afán por arraigarse al poder y pasar a la historia como mártir de la estadidad, ha necesitado de figuras que le permitan mantenerse a flote, a modo de dar la impresión de que es él quien controla el partido. La quiebra de su propia moral lo obliga, sin embargo, a buscar más de un candidato; unos días puede ser Leo, otros Jorge, y por si acaso nombra también al bufón de su corte (José, el Primitivo) como su posible sucesor. Pero el muy bien sabe que ninguno tiene posibilidades de ganar la contienda.
Ya se habló de Leo. De Primitivo no vale la pena ni hablar. A Jorge puede que le haya funcionado su populismo lite en San Juan. Pero precisamente, su construcción como sujeto de la calle le ha salido caro, y ante la asunción al poder del sujeto del consumo, éste no luce más como un Macho Camacho, preocupado por la brillantina y por recitar su versión del habla pueblerina a los cuatro vientos. Ciertamente le sirve a Roselló como interlocutor; quizá sea por eso que aún debemos soportarlo frente a un micrófono. Pero a Romero, quien está tras bastidores agitando el panal, Santini le vale un pedo. Él esta consciente de que con ese no llega ni a la esquina.
Pero cuando uno escucha que Ferdinand Pérez le sacó una “tarjeta roja” a Jorge, lo que si debe quedar claro es que si el plan maestro romerista funciona de cara a las elecciones del 2008, en el 2012 se deberá lidiar con él. Pues Ferdinand, quizá no cometa el mismo error que Eduardo (de patricio no tiene ni los modales), pero no le llega ni a los tobillos cuando de populismo lite se trata.
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