martes, agosto 22, 2006

JORGE SILVA PURAS O EL RETORNO DEL HOMBRE UNI-DIMENSIONAL

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados


I
Desde su aparición como paladín del achicamiento del gobierno, se hace imperante la creación de un nuevo puesto en los escalafones ejecutivos del mundo empresarial: Chief Reengineering Officer o CRO (por sus siglas en inglés). Contrario a la inconsecuente reingeniería del Departamento de Educación llevada a cabo por el hidalgo César Rey y supuestamente continuada por el doctor Aragunde y su secuaz Waldo, allí donde Jorge dice que va a reestructurar algo lo ha hecho. Así lo hizo con Fomento (y en tiempo récord). Así que si este Jorge dice que se propone fusionar agencias, reestructurar corporaciones públicas y tornar el gobierno en un ente eficiente, ¡créale!

Todo político, al ser en primera instancia sujeto del consumo, lleva la “contradicción” incrustada en su código genético. Inclusive aquellos que practican la partidocracia. Aníbal Acevedo Vilá no es la excepción. Algunos días juega el sucio pasatiempo de la política hacendada, patricia y patriarcal. Otros, luce como un sujeto de consumo comprometido con el porvenir del territorio. Y en otros actúa como el jefe de su tribu, dispuesto a obviar los más elementales principios democráticos con tal de que su partido prevalezca en cualquier disputa (particularmente, si esta es con la oposición). Es un tipo osado (el cierre laboral de mayo pasado prueba este punto más allá de cualquier duda razonable), que usualmente gana las batallas en las que se enfrasca, aunque en ocasiones le toca perder (la cruzada presupuestarias de los últimos dos años).

Consciente del frágil y efímero consenso que le llevó al poder, Aníbal ha tenido que apoderarse de discursos propios del sujeto del consumo para intentar cimentar su monopolio del poder político. Esto a veces le ha funcionado, en otras no. A pesar de que el Secretario de Educación se ha empecinado en hacer todo lo contrario, el hoy gobernador aún insiste que la educación sigue siendo una de sus prioridades. No es de extrañarse entonces que Acevedo Vilá intente apoderarse de discursos que exigen un achicamiento del aparato gubernamental y una mayor eficiencia en la gestión pública.

En este sentido, Silva Puras le ha caído, o del cielo o, como anillo al dedo. Los dotes o la competencia que pueda tener el postecnócrata al respecto no vienen al caso. Lo cierto es que sus ejecutorias frente a Fomento, en lo que a reorganización se refiere, le merecieron una promoción dentro de los esfuerzos de reestructuración del aparato gubernamental (acompañado de un jugoso aumento salarial). Silva Puras debe ser el único de los miembros del gabinete que se propuso cambiar su agencia y lo logró (sin importar las consecuencias de sus actos, si al final se producía un ahorro sustancial para las alicaídas arcas gubernamentales). Esta gesta le mereció coronarse CRO del gobierno de Puerto Rico.

II
Jorge Silva Puras es uno de muchos personajes oscuros en la administración de Acevedo Vilá. A diferencia de sus predecesores populares (quienes usualmente nombraban o personajes reconocidos, o miembros de la aristocracia hacendada), y similar a Roselló (su equipo de trabajo, más que ser estadista, pertenecía a la camada de jóvenes profesionales dispuestos a convertirse en los nuevos tecnócratas, los pos), éste se vio en la necesidad de reclutar rostros frescos para una administración de la cual pocos querían participar por miedo a la inquisición que Roselló y compañía (la oposición, quien controlaba la Legislatura) organizaban en el Capitolio.

Claro, esto no salva que Aníbal utilizara los mismos criterios empleados por otros gobernantes. Por aquello de discernir la competencia de los aspirantes a algún puesto en su gabinete, la pregunta obligada fue: ¿cuánto dinero trajo al partido? Este Jorge no estuvo exento de ello. Como empleado de Procter & Gamble, vendedor estrella de Charmin para Puerto Rico, Silva Puras debió haber conocido muchos donantes potenciales a la causa popular. En este sentido, no deben quedar dudas que Jorge trajo mucho dinero al partido y que por ello fue premiado con la silla de Director Ejecutivo de Fomento.

Tampoco debe haber reparos en que cada cual aspire a realizar lo que quiere en la vida. Silva Puras pudo haber sido vendedor de Charmin, trabajar para una compañía de capital líquido empeñada en eliminar la competencia local en cada uno de los terrotorios conquistados. Pero si su aspiración era convertirse en postecnócrata y dedicarse a la reingeniería del gobierno, bien por él. ¿La competencia al respecto? Se le debe otorgar otra vez el beneficio de la duda. En un mundo que cada día exige mayor número de competencias de parte del trabajador, es refrescante encontrar alguien dedicado al mundo de los negocios que pueda asumir retos y triunfar en el proceso.

Así Jorge llegó a Fomento y se dedicó a reestructurar la agencia en vías de lograr ahorros significativos en su presupuesto, eliminar “grasa” (excedente de empleados que con toda probabilidad terminaron en sus puestos por favores políticos) y crear un ente gubernamental más eficiente. Se hizo de las herramientas disponibles: retiro temprano incentivado, eliminación de puestos transitorios, convocatorias a puestos dilucidados por las competencias particulares del empleado. ¿El saldo? Un número significativo de empleados despojados de su trabajo, sin sustento, dispuestos a vaciar las arcas del desempleo, las ayudas locales y federales, y con la predisposición a aceptar el empleo que le pudiera ofrecer el actual mercado laboral.

Queda por ver si Fomento es un ente más eficiente, si los ahorros proyectados se cumplen, o si el dinero no es desviado a otras gestiones de carácter frívolo que hagan del proyecto uno pasajero, carente de voluntad política. Hasta ahí bien. El problema: ¿qué se hace con el excedente de empleados? Puede que la reestructuración de la agencia haya producido los frutos deseados, pero ¿y qué de la otra parte? ¿De los desterrados, los liquidados fulminantemente, los olvidados (recordando a Buñuel)? De eso nada.

III
Alguien debió soplarle al oído a Aníbal que, después de todo, Jorge Silva Puras lo había hecho bien. La imprevista salida de su capataz-ahora-convertido-en-gerenciador-de-partido, el otrora Secretario de la Gobernación, José Aníbal Torres, le posibilitó repensar dicho puesto. Pero sobre todo, la caótica batalla de mayo le había producido un buen saldo al gobernador. Su victoria en la garata le brindaba claves sobre cómo redirigir su discurso para ampliar el apoyo de la base de sujetos de consumo: achicar el gobierno, hacerlo más eficiente. Acevedo Vilá intentó apropiarse del discurso de la sustentabilidad, moldearlo a sus propósitos políticos para así incrementar su monopolio de poder político. Le resultaba importante también asegurar las camadas centrífugas del desaparecido Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), para que permanecieran de su lado.

[La seducción del electorado del PIP bajo esta estrategia discursiva se producía en la medida que el cuadro directivo de dicho partido se enfocó casi siempre en señalar las deficiencias a nivel administrativo de los principales partidos políticos, no en la consecución de la independencia. Como muestra de ello está el aura de justiciero que David Noriega exhibió en sus días como legislador. Esto, sin embargo, no le sirvió para llegar hasta Fortaleza. Nada, paradojas de la vida bajo el signo del capital líquido.]

Fresco de su álgida victoria en la reorganización de Fomento, Silva Puras dio el brincó, se agenció de la Secretaría de la Gobernación y se autoproclamó RCO. Desde los balcones de su oficina en Fortaleza declaró que su misión era la reestructuración del gobierno a modo de hacerle más chico y eficiente. Anunció su embestida contra la Autoridad de Energía Eléctrica (enfureciendo, de paso, el liderato y matrícula de la UTIER), fusión de agencias, y reducción de personal en dependencias gubernamentales. Tal pareciese que el gobernador le había otorgado poderes ilimitados al otro Jorge para que llevara a cabo su agenda.

Extrañamente, a Silva Puras se le olvidaba, nuevamente, el otro lado de la moneda. (Mas extraño resulta el dato cuando se toma en consideración que su antiguo puesto en el gabinete lo vinculaba al desarrollo económico del país). Sus planes, anunciados con bombos y platillos, apuntaban a un cambio de dirección beneficioso para el país, una mutación de la gestión pública que se encaminaba a elevar la competitividad del territorio en el mercado geopolítico actual. Pero al no tomar en consideración la suerte que correría aquel empleado desplazado, la virtud que pudiera acompañar su gesta se convertiría, al mismo tiempo, en leña que alimentaría el fuego infernal que representa el mercado laboral actual.

Comete así tres errores básicos Silva Puras en su gestión: construye/constituye el ecosistema de forma maníquea; no respeta la biodiversidad; despacha la sustentabilidad. En su ecosistema no hay espacio para aquello que no fuese la gestión gubernamental (entendida como patrono). Lo que sucede fuera de ella no le importa. Es una reformulación vulgar y grosera del “ellos y nosotros.” Al establecer esta pauta, la biodiversidad es expulsada de la ecuación; ni siquiera se reconoce. Un mundo construido de esta manera no puede ser autosustentable. Regresamos así al hombre unidimensional: o trabajas (para el gobierno) o no trabajas; lo demás no importa.

Lo que el otro Jorge se economiza al reducir la fuerza trabajadora del país, lo pierde en el fisco. A menor número de adultos empleados, se achica la base contributiva del país. El mismo efecto ocurre en cuanto al impuesto sobre la venta: sin dinero que gastar, ¿cómo se va a recaudar? En todo caso, si bien existiría un ahorro en términos salariales, el paquete de ayudas desembolsado continuaría desangrando el fisco. ¿O acaso se piensan abandonarlos a su suerte?

Siendo justos, debe existir un Plan B. Ya se verá a Román Velasco, Secretario del Trabajo, corriendo con su feria (tipo fiesta patronal) reclutando a todos los psicólogos que se encuentre en el camino, para brindarle apoyo emocional a los desplazados, diciéndole que aunque la economía está detenida y el mercado laboral estancado “ya verán que conseguirán trabajo, aunque sea en un McDonalds.”

IV
Es galante la empresa del nuevo Secretario de la Gobernación. Pero mientras la misma sea socavada por la partidocracia practicada solapadamente por el gobernador de turno, sus frutos traerán más problemas de los que pretende resolver. Ciertamente Acevedo Vilá tiene un plan de desarrollo: la biotecnología. Pero, ¿cuántos empleados desplazados de la UTIER cualifican para trabajar en empresas de alta tecnología? ¿Cuántas secretarias y trabajadores clericales caben en una empresa cómo esa?

Puede que sean buenas las intenciones del otro Jorge, pero la política pública (o la ausencia de esta) y el ejercicio del poder practicado por Acevedo Vilá apunta a un desastre en ciernes. Aún en su discurso sobre la biotecnología existen serias incongruencias: la educación es uno de sus ejes, y sin embargo el desempeño y compromiso del actual Secretario de esa dependencia sólo puede medirse en números negativos. No existe tampoco un plan articulado de readiestramiento para lograr que la fuerza trabajadora actual (tanto empleada como desplazada) pueda encaminarse por dicha senda.

De lo que se trata es del ejercicio crudo de la partidocracia. Apoderarse de un discurso a modo de continuar monopolizando el poder. Y como en un tribunal el desconocimiento no exonera a nadie de culpa, desgraciadamente el flamante Secretario de la Gobernación deberá ser acusado de crímenes de lesa humanidad. Después de todo, de buenas intenciones está adornado el camino al infierno...

CRB

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

I
En mi juventud, estas siglas eran sinónimo de terror. No del que utiliza aviones para derribar edificios, sino de aquel que ejerce el Estado en contra de sus constituyentes por el simple hecho de disentir. La mancha de Maravilla vive en la comunidad imaginaria puertorriqueña como un lastre de tiempos pasados pero presentes en la memoria. Por ahí está la figura de Romero; como memento de ese vil pasado; pero también como monumento sobre lo que acecha, aquello que sigue vigente en tiempos de guerra contra el terrorismo.

Pero la latencia de Romero Barceló en la política puertorriqueña es también indicativa de las luchas intestinales que se libran al seno de los caducos partidos que aún pretenden monopolizar el poder político actual. El “Caballo” se empeña por adueñarse del legado Luis A. Ferré, coronarse heredero (ilegítimo) del prócer y bautizarse como otro gestor de importancia en la agotada búsqueda por la estadidad. Si el viejo Ferré no le nombro como su legítimo sucesor, no importa. En la “guerra partidocrática nuestra de cada día” todo es posible, todo es válido. Así, Romero intenta e intentará por todos los medios (asequibles o no) apoderarse del legado de Ferré y convertirse en “capo mafioso” al cual toda movida (por ínfima que sea) le sea consultada. El proceder del partido sólo se cristalizará en la medida que reciba su bendición.

Esto queda patente en la actual lucha intestinal que atraviesa el Partido Nuevo Progresista (PNP) de cara a las elecciones del 2008. Romero se niega a morir. Por eso se alía con Pedro (a pesar de su desquicio); desautoriza a cualquiera que intente plantarse como candidato; ataca despiadadamente a Fortuño. No debe haber (ni habrá) movida al respecto, sin que antes se le pida permiso y se reciba su bendición.

II
¿Por qué continuamos soportando a Romero? Eso es tan simple como reconocer que los candidatos que han tomado la rienda del partido, tras sus respectivas derrotas, lo han abandonado, dejado a la deriva. Romero no lo ha hecho eso; nunca lo haría. No lo abandonó cuando su terquedad y sus tácticas de terror le empujaron a una derrota segura en el 1984. Tampoco cuando, cabizbajo, Baltasar Corrada del Río salió huyendo al ser derrotado por Hernández Colón, entonces aspirante a presidir la república bananera puertorriqueña. A Pedro lo obligó a compartir su capital político, logrando salir Comisionado Residente más por la fuerza prestada que por los méritos propios (de paso cargándose a Zaida Hernández). Ante el forzado retiro de Roselló, pulseó lo suficiente como para recuperar su puesto y competir, nuevamente, para Comisionado Residente.

Romero fue derrotado por Fortuño para la nominación a Comisionado Residente en el 2004, pero eso no significó su muerte política. Siempre obstinado, y con una superlativa obsesión de poder y reconocimiento, torpedeó constantemente la campaña del futuro Comisionado Residente de cara a las elecciones generales, restándole legitimidad (y votos). Si bien la victoria de Fortuño (combinada con la derrota de Pedro, devenido ahora Mesías), le colocó a la delantera en lo que a la gobernación se refiere, Romero ha hecho todo lo posible por continuar restándole legitimidad y capital político desde entonces.

¿De dónde deriva la mala leche entre Romero y Fortuño? Quizá la misma comience en el momento en que el segundo acaparó la atención de los mecenas penepeístas. El capital monetario siempre supone poder dentro de una colectividad partidocrática; el PNP no es la excepción. La franca decadencia que experimenta el partido en estos momentos se debe, primordialmente, al limitado flujo de efectivo por el cual atraviesa. Aquellos que estuvieron con Pedro en el 2004 lo han abandonado al no estar dispuestos a apostar por un candidato derrotado en futuras elecciones. Es una forma de propulsar el relevo generacional. Eso es, siempre y cuando una figura como Romero no se plante en el camino.

III
Si nos empeñáramos en escribir la historia según Romero, quedaría de su parte no sólo escoger el candidato a futuras elecciones, sino la agenda del partido de cara al futuro. ¿Cuál sería esa agenda? Buena pregunta. Tanto él como Roselló insisten en que la agenda de la estadidad ha quedado inconclusa. Pero, ¿cómo creerles? Romero Barceló ha estado dando bandazos por espacio de cuatro décadas: ocho años como Gobernador, ocho como Comisionado Residente. Y la estadidad, ¿dónde está? Pedro, por su parte, fue gobernador por ocho años, celebró tres plebiscitos (los perdió todos), se mudó cerca de la capital federal dizque para cabildear a favor de la estadidad, se convirtió en profesor universitario (part-time, claro está), y hasta publicó un libro sobre el anhelo de los puertorriqueños en alcanzar la “igualdad.” Repetimos: y la estadidad, ¿dónde está?

En tiempos del capital líquido y la cadena global de distribución, la estadidad, al igual que la dependencia, tienen muy pocas posibilidades de concretarse. Existe una serie de factores exógenos al proceso de status (que van desde la instauración de la sociedad de consumo hasta el emerger de su sujeto) que le cortocircuitan, lo entorpecen, se entrometen. Imposible no estar consciente de ello. ¿Qué buscan, entonces, Pedro y Carlos? Cimentar su poder, perpetuar la partidocracia, y mantener su monopolio sobre el poder político del país.

IV
Romero representa los últimos aleteos del patriarquismo político dentro del PNP. Irrespetuoso, chabacano y buscón. Más que un caballo cerrero, parece un gallo de pelea, siempre dispuesto a utilizar sus espuelas con tal de herir de muerte a su contrincante, a su adversario. Si declara que no es tiempo de candidaturas en la colectividad, es porque busca tiempo; no porque le interese el bienestar del partido. Funciona como caudillo (aunque, en realidad, no pueda cumplir esta función a cabalidad). Se siente pastor de un rebaño que cree a fe ciega en la estadidad, y está más que dispuesto en llevar a la manada de la mano, siempre y cuando esto garantice su permanencia en el poder.

Pero el tiempo de los caudillos (y los aspirantes a ello) ya pasó. El asentamiento de la sociedad de consumo le imprime un aire de transitoriedad a todo, inclusive a aquello que aspira a convertirse en discurso arborescente. El sujeto del consumo, desdoblado y despojado de su centro, adopta el cinismo como ethos, lo cual implica un distanciamiento de todo aquello que aspire a convertirse en régimen de verdad. El acceso al consumo, ese credo que quía y canaliza los flujos de deseo del sujeto, impide la inercia en el proceder de éste. Una solución final al debate del status es inconsecuente en este momento. Los movimientos del capital líquido y el dinamismo de la cadena global de distribución (siempre presta a emigrar y a mutar) no permiten que el territorio se asiente. Alcanzar la estadidad, la independencia o el pleno desarrollo del Estado libre Asociado (ELA) es una quimera; mañana siempre habrá alguna excusa por la cual exigir un cambio.

En su lucha intestinal por convertirse en prócer y cuadillo, Romero lleva las de perder. Él parece estar consciente de esto. En el proceso está dispuesto a implotar la colectividad que lo llevó al poder y le ha servido de plataforma para sino monopolizarlo, al menos compartirlo a la fuerza con el presidente de turno. Los días del PNP parecen estar contados...

lunes, agosto 21, 2006

LEO

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

I
Repasemos la situación. El Partido Nuevo Progresista (PNP), prácticamente, resultó victorioso en las pasadas elecciones, ganando el control de Cámara, Senado, de la silla del Comisario Residente, y la mayoría de las alcaldías. En cambio, el Partido Popular Democrático (PPD) resultó victorioso sólo en la carrera por la gobernación. Matemáticamente hablando, puede llegarse a la conclusión de que quien ganó la elección lo fue el PNP.

¿O no? ¿Cómo explicar la guerra sin cuartel presente al seno de dicho partido? ¿Por qué tanta pelea? Dado el cuadro emergente luego de las elecciones, se pudiera suponer que el plan de gobierno del PNP sería bastante sencillo: al controlar la rama legislativa hubiera sido bastante simple imponer su programa de gobierno, enviando legislación y esperar que el gobernador, o la firmara o la vetara. En caso de que se aplicara el veto tendrían los argumentos suficientes para tachar a la rama ejecutiva de incompetente, poco cooperadora, sin compromiso ante el país, etc. Pero no. Es precisamente en la rama legislativa donde los penepés se han dedicado a torpedearse unos a otros, en luchas intestinales de poder, debilitando, poco a poco, sus pocas opciones de triunfo en las próximas elecciones generales. En vez de ser un partido de oposición, se han dedicado al chantaje, la intriga, el espionaje, a gastar dinero, y a dedicar todo sus esfuerzos en asuntos de poco interés público (¿por qué inmiscuirse en el debate de sí Castro está muerto o no, o el efecto que tendría una apertura “democrática” en Cuba? En todo caso, ¡deberían preocuparse por someter legislación que ayude a elevar la competitividad del país ante el inevitable suceso!).

Este panorama ha contribuido a que un político partidocrático desgastado, con escasa credibilidad y de poca convicción, surja como un posible candidato a la gobernación del país: Leo Díaz. Cabe preguntarse, sin embargo, si Leo es una alternativa genuina con opciones reales de ser gobernador, o simplemente forma parte de un drama mucho más vasto (y a la vez estéril) que vive la colectividad de la palma en el nuevo milenio.

II
¿Cómo es posible que un político con poca experiencia parlamentaria, retirado voluntariamente ante la triste (pero franca) realidad de una aplastante derrota en un evento electoral, que fuese presidente transitorio de una colectividad terriblemente afectada por un catastrófico revés, para luego ser un politólogo analista de “poca monta” sea la solución a todos los males que afectan a la palma? La realidad es que Leo tiene escaso recorrido político en cuanto a puestos electivos se refiere. Fue un legislador inconsecuente que se beneficio en su elección del pandemonio creado por la figura de Roselló en su momento de gloria (1996). Quizá fuese un activista del partido antes de eso, una de esas figuras oscuras como José “El Primitivo” Aponte; nada más.

Su resurgimiento político se produjo gracias a Carlos Romero Barceló. Roselló, luego de la inevitable derrota del 2000, decidió abandonar el país y autoexiliarse en la metrópoli, convirtiéndose en profesor universitario “part-time,” y desarrollando toda una obra literaria que le permitiera figurar como prócer en años venideros. Pesquera comprendió que su selección como candidato oficialista del PNP no fue más que la quema de un cartucho para luego ver cómo recuperar el poder (la derrota, recalcamos, era inevitable). También se exilió, abandonando el partido a su propia suerte. De esta manera, se produjo un vacío de poder en la colectividad.

Arrojada a su suerte, quedó por dilucidar quién tomaría el control del mismo. La cosa no es tan sencilla como pensar en quién podría correr como candidato a gobernador. Se trataba de determinar quien lograría atraer capital monetario, al tiempo que acumulaba capital político. Y es que ante la muerte de Luis A. Ferré, el PNP se había quedado sin prócer, sin una figura que se ocupara de mantener el balance. El viejo, ni en su lecho de muerte, nombró a un sucesor. (Contrario al PPD, donde Muñoz Marín bautizó, desde temprano, a Hernández Colón, quien aún funge como bringer of balance). No es un secreto que Romero siempre aspiró a llenar ese vacumm de poder. Pero quizá el viejo nunca lo nombró porque más que ser una figura aglutinadora, el “Caballo” siempre reclamó el repudio de sectores exógenos al partido. Esto, sin embargo, nunca privó a Romero de aspirar a convertirse en el “dueño” del PNP.

La posibilidad de que Leo se convirtiera en presidente del PNP fue lanzada en principio, de manera muy astuta, por Melinda Romero, hija del “Caballo.” El mensaje fue comprendido inmediatamente: con Roselló ausente y Pesquera desorientado, no existía nadie en la colectividad que pudiera retarle el poder a Romero. Leo, su “candidato,” en realidad se convirtió en la cara de su mandato. Nadie se opuso, o más bien, nadie pudo oponerse. Aún con la fragilidad de Leo como figura y político, la escasa experiencia, con un discurso bordeando en psicosis, éste emergió como el candidato, elegido y ratificado inmediatamente.

Todas las características antes mencionadas contribuyeron a que el propio partido recayera nuevamente en crisis. La resucitación de Pesquera se debió en parte a la falta de arraigo y sustancia de la figura de Leo, además de su retórica excluyente. Pero también al hecho de que Romero no logró avivar las arcas del partido. Sólo un Rosellista podía hacerlo, y ante el retiro total (aunque no final) de Pedro, regresó Pesquera. Los principales accionistas del PNP no estaban dispuestos a apostar su dinero a un candidato divisorio. Necesitaban (con tal de ganar la elección y volver a parasitar el gobierno) alguien que aglutinara y, al momento, Pesquera era la mejor opción.

III
Quizá Leo creyó que podía ser gobernador en el 2004. O al menos, correría para ello. Pero lo cierto es que el regreso de Roselló, ahora convertido en Mesías, logró impulsar al partido para la contienda electoral. Movidos por el desastre económico de la administración de Sila M., los mecenas del penepé decidieron revivir al muerto, impulsados en parte por el terror que sentían los populares a su figura, y por que otros vivían convencidos de que Pedro tenía una excelente oportunidad de salir electo por tercera ocasión.

Leo, que ya se había echado a un lado con la resurrección pesquerista, se sumió aún más en el anonimato político, aceptando el rol de anacronista político (o como le llaman en el argot partidocrático puertorriqueño, politólogo). Defendió a brazo partido, a través de las ondas radiales y televisivas, lo indefendible: la pulcritud e integridad de Roselló. Intento minimizar el lastre político y moral que representaban la banda de los “40 ladrones” que acompañaron al ahora Mesías en sus primeras dos administraciones. Y en la noche de las elecciones intentó subirle la moral a los penepés que ya se sospechaban una derrota en la silla de la gobernación. A eso llegó Leo; nada más.

Ante la derrota (y el derrotero tomado por el Mesías no bajado del cielo, sino estrellado y con pocas posibilidades de resucitar nuevamente), Leo pasó a ser un asterisco en la escabrosa historia del PNP. Pasado presidente en cuyo breve mandato, podría decirse, no sucedió nada más que la muerte y resurrección (para luego volver a ser crucificado) de Carlos Pesquera.

IV
El que Leo reviviera gracias al desquicio político de Roselló, no da licencia a entender su carrera política bajo los mismos términos que la vida de Pedro o Carlos Pesquera (muerte y resurrección). En todo caso sería su muerte y pasión, puesto que como personaje político éste falleció hace mucho ya (al filo del segundo término del Mesías) y lo ocurrido desde entonces es sólo una amarga pasión agridulce (sufrimiento adornado con la quimérica esperanza de alcanzar la prosperidad política).

Presto a perder el control del partido, y conciente en medio de su demencia de que sus días como caricatura política de la partidocracia están contados, Pedro ha necesitado revivir parcialmente un cadáver a modo de mantener la poca legitimidad que le queda en la esfera pública. Leo no es Fortuño, pero tampoco es Santini. El primero representa su fin político; el segundo, un posible lastre ante su conducta errática y su populismo lite e incontrolable. Pero para los que conocen a Roselló, resulta un tanto inconcebible haber escogido como posible sucesor a una de los caninos falderos de Romero. (Quizá por ello es que, recientemente, lanzara al ruedo a José “El Primitivo” Aponte, el bufón de su corte).

Lo que sucede es que los enemigos, ante un enemigo común, se convierten en amigos circunstanciales. No fue Pedro el que revivió a Leo; fue un Romero embriagado por la sed de venganza que siente contra Fortuño. De esta manera, Leo puede denunciar públicamente la necesidad de nominar un candidato aglutinador que pueda robarle electores al PPD al lograr capturar el excedente producido por la defunción institucional del PIP. Romero, a través de Leo, lanza un mensaje claro a los mecenas que, poco a poco, le dan la espalda a Pedro. Advierte tener la capacidad de encontrar un candidato que, por supuesto, no es Fortuño. Al mismo tiempo, insinúa que si el control del partido no recae en sus manos está dispuesto a romperlo nuevamente (tal como hizo en los tiempos de Hernán Padilla). Por eso mueve sus fichas apoyando a Pedro “el desquiciado” en su enviciado intento por retener el poder del partido, y utiliza a través de éste a Thomas Rivera Schatz para que ataque sin ningún tipo de misericordia a Fortuño. Mientras tanto, le tiende un ramo de olivo a McKlintock y los “auténticos,” al tiempo que pide a viva voz la renuncia de Héctor Martínez, salpicada con su consabida marrullería solicitando la renuncia también del gobernador por el delito de “necia asociación” con el cantante de reggaeton Don Omar.

¿Qué pito toca Leo en todo esto? Vaya usted a saber. La contienda por el control del PNP es entre Fortuño y Romero, nadie más.

JORGE

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

I
Pensar que la carrera de Jorge Santini en la política comenzó como asesor legislativo de Pedro Roselló resulta demasiado sorprendente. Jorge se convirtió en Senador no por sus virtudes pero sí por su trabajo político. Este ascendió con Roselló en la cresta de su reinado (en las elecciones del 1996), donde el Partido Nuevo Progresista (PNP) arrasó poniendo al Partido Popular Democrático (PPD) en serios aprietos. Como buen soldado rosellista de fila, se allanó a la decisión poco salomónica de asaltar la Presidencia del Senado y arrebatársela a Roberto Rexach Benítez, regalándosela al siempre perdedor (salvo en esta ocasión) Charlie Rodríguez. Su disciplina le valió estima por parte del partido, le ayudo a acumular capital político y, de esta manera, alimentar su pedestre hambre de poder (de escasos modales, por cierto).

Hasta ese momento, su carrera política puede hacer sido calificada de mezquina, poco fructífera e intrascendente. Pero un buen día a Jorge le dio por retar a su padrino político, Charlie (el siempre perderdor) por la candidatura a la poltrona municipal de San Juan. Desde ese momento, su carrera dio un giro inexplicable. El crecimiento exponencial de su capital político, su victoria un tanto inverosímil, y su capacidad de mantenerse en el poder, nuevamente, son sorprendentes. Por ello, debe tomarse con pinzas su idea de correr por la gobernación. Pero, bueno, Jorge quiere correr... ¿se lo permitirán? ¿O a Jorge alguien le está elevando los humos como parte de un “plan maestro” una estrategia de poder que necesita utilizarse para poder alcanzar propósitos ulteriores?

II
La derrota de Charlie en las primarias del 1999 era previsible. Si éste llegó al Senado fue por obra y gracia de Pedro. Cuando Roselló no figuró en la papeleta como candidato a gobernador, Charlie siempre perdió. De cara a las elecciones del 2000, con un partido en quiebra política, ideológica y moral, Rodríguez intentó dar el próximo paso, convertirse en alcalde de San Juan para después (¿quién sabe?) advenir candidato a la gobernación (después de todo, él, al igual que muchos, estaba convencido de la derrota venidera). Lo que no esperaba es que en su seguro camino a la alcaldía se le cruzaría uno de sus lacayos: Jorge Santini. Quien le había prestado el voto para desbancar a Rexach, se viró en contra, empecinándose en ir contra la maquinaria del partido (Rodríguez, después de todo, era otro lacayo de Pedro).

Santini triunfó porque no se durmió en laureles. Mientras Charlie se retozaba felizmente en su silla presidencial, ejerciendo cómodamente el poder al servicio de su jefe político, Jorge se paseaba por recovecos sanjuaneros en busca de apoyo. Aparecía además semanalmente en la televisión frente a frente a quien fuera su virtual contrincante por la poltrona municipal, Eduardo Bahtia. Estas estrategias le permitieron acumular capital político, y con el resultado primarista logró llamar la atención de los mecenas del partido. Nuevamente: ante la esperada derrota pesquerista, dichos contribuyentes comenzaron a mover sus fichas (monetarias, claro está) a favor de Jorge, entreteniendo la posibilidad de que éste fuera la salvación política del PNP en el 2004.

Santini pudo más que Eduardo porque el primero conjuró su deseo de prevalecer en la contienda con un aire populista que hacía recordar a Romero Barceló. Bahtia, en cambio, nunca pudo zafarse de su herencia hidalga; novato en la política (al igual que Jorge), pero revestido con el inevitable peso de la tradición popular patricia y hacendada, inscrita en su linaje familiar. Santini construyó a San Juan desde los residenciales y los arrabales; Eduardo desde las calles adoquinadas de un Viejo San Juan “gentrified.” Ante tal cuadro, ¿quién prevalecería?

III
La versión del populismo introducido por Santini en la contienda electoral del 2000 resultó ser una bastante lite. Fue una vil excusa para aumentar la porción de postecnócratas en el aparato gubernamental. El problema es que cuando se ensancha una clase como ésta, se aumenta el nivel de error, los parámetros de calidad decaen, y se termina vulgarizando lo que en principio pareció ser chic. Si Jorge prevaleció en el 2004 fue porque el PPD, por medio de Eduardo, volvió a cometer el mismo error: yuppies vs. vulgo.

Esto sirvió para echar a un lado el largo catálogo de desastres que se extiende hasta nuestros días. Errores crasos y groseros de administración pública que, más que atestar a la incompetencia del gobernante, confirma lo pedestre de su equipo de trabajo (sus postecnócratas). El saldo de sus primeros cuatro años: la profundización de la quiebra (fiscal y moral) del sistema de salud capitalino; la corrupción moral del programa de vivienda subsidiada; el chantaje cruel y político a las comunidades necesitadas del municipio; el baile sin cesar a favor de sus mecenas (padrinos) económicos y políticos; la quiebra (moral y financiera) de los programas de asistencia médica y social a pacientes VIH/SIDA; el uso sanchopancesco de los colores de su campaña política en los logos de los programas del municipio; el intento de aplastar comunidades de clase media para extender su populismo lite (a fuerza de aplanadoras y camiones de construcción); la utilización chapucera (como rehenes) de las personas sin hogar de la municipalidad; el vulgar readoquinamiento de la ciudad amurallada; etc.

Es demasiado para otorgarle a un personaje como Jorge. En realidad la responsabilidad debe ser atribuida a la camada de postecnócratas (reclutada por vaya usted a saber quién) embriagada por los logros de sus antecesores en la administración Roselló. Vivieron (y aún viven) empeñados en implantar una visión fragmentada y confusa de la ciudad, como si esta pudiera hacerse y rehacerse tal juego de bloques Lego. No logran entender que su gestión, en todo caso, no evoca una ciudad, ni siquiera un espacio en ruinas; más bien a una serie de ruinas. (Pero allí donde no existe ni moral ni ética, no puede esperarse más). Mientras esto sucedía, Jorge se paseaba por el parque de pelota actuando como vulgar populista.

Muy temprano se dieron cuenta los mecenas del PNP que la apuesta por Santini era un perfecto fiasco. Por eso, viajaron desesperadamente a Virginia para maquillar a Pedro de Mesías y regresarlo, vía express mail al país. Al percatarse de la movida, a Jorge no le quedó más remedio que posponer sus anhelos infantiles y volver a ser lacayo de su padre político. Además, con la asunción de Bahtia al poder se aseguraba cuatro años más para deshacer a San Juan...

IV
Resulta difícil pensar que Santini no se haya percatado de la ausencia de sus antiguos mecenas. Si ha vuelto a poner sus ojos en la candidatura a la gobernación, es por la bendición que Pedro le echara hace unos meses. Pero esto no significa nada. Roselló, en su afán por arraigarse al poder y pasar a la historia como mártir de la estadidad, ha necesitado de figuras que le permitan mantenerse a flote, a modo de dar la impresión de que es él quien controla el partido. La quiebra de su propia moral lo obliga, sin embargo, a buscar más de un candidato; unos días puede ser Leo, otros Jorge, y por si acaso nombra también al bufón de su corte (José, el Primitivo) como su posible sucesor. Pero el muy bien sabe que ninguno tiene posibilidades de ganar la contienda.

Ya se habló de Leo. De Primitivo no vale la pena ni hablar. A Jorge puede que le haya funcionado su populismo lite en San Juan. Pero precisamente, su construcción como sujeto de la calle le ha salido caro, y ante la asunción al poder del sujeto del consumo, éste no luce más como un Macho Camacho, preocupado por la brillantina y por recitar su versión del habla pueblerina a los cuatro vientos. Ciertamente le sirve a Roselló como interlocutor; quizá sea por eso que aún debemos soportarlo frente a un micrófono. Pero a Romero, quien está tras bastidores agitando el panal, Santini le vale un pedo. Él esta consciente de que con ese no llega ni a la esquina.

Pero cuando uno escucha que Ferdinand Pérez le sacó una “tarjeta roja” a Jorge, lo que si debe quedar claro es que si el plan maestro romerista funciona de cara a las elecciones del 2008, en el 2012 se deberá lidiar con él. Pues Ferdinand, quizá no cometa el mismo error que Eduardo (de patricio no tiene ni los modales), pero no le llega ni a los tobillos cuando de populismo lite se trata.

TECNOCRACIA Y SERVILISMO II: "A REPRISE"

J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados

I
En el primer capítulo del libro A Dummy’s Guide to Partisanship (aquel que guarda en su maletín todo político, particularmente aquellos que defienden la gestión del actual gobernador), se alienta a los futuros practicantes de la partidocracia a perfeccionar el arte de la comunicación contradictoria. ¿En qué consiste? En lanzar la verdad de frente para luego desmentirla, con el noble propósito de dejar saber lo que van a hacer (o dejar de hacer) en primera instancia, para luego sembrar la duda y desmentir lo que se haya dicho. El ejercicio tiene como propósito lanzar la advertencia, para luego cubrirse bajo el manto del discurso oficialista, partidocrático, que repita la misma retórica a la que los políticos nos tienen acostumbrados. Esto se puede apreciar cristalinamente con la controversia generada previo a la convención del Partido Nuevo Progresista (PNP): a nadie le queda duda de que allí los supuestos tres posibles candidatos a la gobernación en la próxima contienda electoral fueron a medir fuerzas. No importa cuantas veces lo desmientan, la importancia otorgada al evento, los “dimes y diretes,” las amenazas, los empujones y los tapabocas. Al final de lo que se trata es, en palabras de Fortuño, de medir fuerzas y de que “nadie lo callará.”

Esto nos lleva a retomar una discusión que en otro momento ya se había abordado. Es imprescindible abordar las groseras acciones del Secretario de Educación, el doctor Aragunde, y su secuaz, Waldo, destiladas en la última semana a través del periódico El Nuevo Día. Primero, Waldo reconoce que, después de todo, resulta imposible despolitizar el Departamento de Educación (ya que, en primer lugar, los mismos políticos lo pusieron ahí). Luego, éste es desmentido por su jefe, doctor Aragunde, al señalar que la reorganización “como quiera va.” ¿A quién creerle? No hace falta dilucidar tal polémica, pues se trata de un “monstruo de dos cabezas.” Tiene razón tanto uno como el otro.

Entonces, ¿cómo entenderle(s)? Harina de otro costal. Lo que sucede es que, de un lado, Waldo dice lo que en efecto va a suceder: los planes anunciados hace algún tiempo sobre la reorganización del Departamento y el ahorro de $24 millones se hicieron agua: fue una quimera, un planteamiento lanzado al aire por aquello de lucir bien en medio de la crisis de mayo. Rápidamente, el doctor lo desmintió (pero no lo reprendió): “el plan continúa, lo que pasa es que va a tomar más tiempo” (¿cuánto, 6 años? ¿Lo que resta de cuatrienio y el próximo?). ¿Y el ahorro? No lo pudo precisar. Primero se dice lo que va a suceder. Luego se retoma el discurso partidocrático y subsana lo que debería resultar escandaloso. Que mayor prueba de que tanto uno (el doctor) como el otro (su secuaz) necesitan renunciar, largarse y exiliarse en la frontera entre el Líbano e Israel, para ver si la miseria (aquella que tiene que ver con hambre, muerte y violencia) les hace recuperar la humanidad, el compromiso y el respeto.

II
No queda la cosa ahí. Meses atrás, como muestra de que en lo de la “educación especial” se hacía algo, el doctor Aragunde anunciaba con bombos y platillos la designación de un especialista en la materia que enderezaría finalmente el mayor lastre que ha tenido el Departamento en su historia. La triste realidad: seis meses después el designado salió corriendo al darse cuenta de que allí (en el Departamento) lo que se hace es estar por estar. No existe voluntad, ni tampoco la habrá.

Imagine usted la situación. Por un cuarto de siglo los padres de estudiantes de educación especial han tenido que ir hasta el Tribunal para que el Departamento cumpla lo que la constitución le ha delegado: no discriminar y ofrecer educación de calidad a todos sus participantes. Pero no. Ni el diálogo ni la negociación sirvieron de algo. Hubo que ir hasta la justicia para que los encontrara en desacato, para que les declarara en craso incumplimiento de su labor ministerial. Cada día que son citados, los leguleyos del Departamento van a corte con tácticas dilatorias para intentar entorpecer y detener lo que por derecho les pertenece a los estudiantes de educación especial. Prueba que para ser funcionario de esta dependencia gubernamental hace falta cara de lata, poca formación ética y ganas de recibir un jugoso cheque todas las quincenas. ¿Y los estudiantes del programa? Bien, gracias.

Delegar lo que por deber ministerial les toca raya en lo absurdo. Quizá sea un reconocimiento de la incapacidad del gobierno de lidiar con sus propios deberes y responsabilidades. Quizá sea cuestión de advertir la necesidad de contar con el llamado tercer sector, de integrar a la sociedad de consumo en el quehacer ciudadano. Pero encomendar tan importante tarea a una agencia privada con escasa experiencia en la implementación de estrategias efectivas de educación especial habla más de la incompetencia de unos (Departamento de Educación) que la competencia de otros. Así lo hizo saber el saliente Secretario Asociado de Educación Especial. Y bueno, no puede olvidarse, éste fue reclutado en principio por ser un “experto en la materia.”

III
Siempre existen momentos donde la incompetencia y desfachatez se hacen a un lado y le permiten a un funcionario partidocrático reconocerse así mismo por lo que ciertamente es. El doctor Aragunde, entonces, en un breve momento de lucidez, reconoció que su gestión no es guiada por marco filosófico alguno. Él sólo asegura que todos reciban educación (la que sea: de buena o mala calidad; o simplemente deficiente) y que la misma sea impartida sin trazos sectarios. Valiente reconocimiento. Pero si espera que lo feliciten por ello, está equivocado. Como doctor en filosofía, él sabe más que eso. Es la confesión de que la razón para aceptar el cargo se reducía, simplemente, a engordar el cheque de su pensión.

Galante objetivo. Mientras, no sólo los estudiantes de educación especial, sino los del sistema en su totalidad siguen su paso a través de una dependencia que, en todo caso, disminuye su competitividad en un mercado laboral cada día más estrecho.

IV
Al tiempo en que todo esto ocurría, la doctora Gloria Baquero, ex titular del Departamento, resurgió relampagueantemente en la esfera pública para recordarnos aquello que los políticos partidocráticos no están dispuestos a aceptar (y la razón por la cual fue expulsada fulminantemente hace ya poco más de un año). Para despolitizar el Departamento de Educación hace falta verdadera autonomía fiscal y programática del gobierno de turno, el nombramiento por doce años del Secretario/a, y contar con la opinión de los participantes de la educación pública (padres y estudiantes). Doña Gloria se plantea la necesidad de tomar en cuenta el ecosistema (un sistema educativo hiperpolitizado), la biodiversidad (contar con aquellos que reciben la educación), y la sustentabilidad (independencia económica y política en la gestión pública).

No cabe duda que las actuaciones del doctor Aragunde y su secuaz Waldo reafirman la validez no sólo de los planteamientos de la doctora Baquero, al igual que la vigencia de su obra (esto por las groseras, torpes e ignorantes acciones de un bonche de políticos latifundistas). Pero también sirve para desenmascarar las actuaciones frívolas del gobernador, cubiertas de un manto de armonía y un discurso reconciliatorio, falto de compromiso con el futuro del país.

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