JORGE SILVA PURAS O EL RETORNO DEL HOMBRE UNI-DIMENSIONAL
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados
I
Desde su aparición como paladín del achicamiento del gobierno, se hace imperante la creación de un nuevo puesto en los escalafones ejecutivos del mundo empresarial: Chief Reengineering Officer o CRO (por sus siglas en inglés). Contrario a la inconsecuente reingeniería del Departamento de Educación llevada a cabo por el hidalgo César Rey y supuestamente continuada por el doctor Aragunde y su secuaz Waldo, allí donde Jorge dice que va a reestructurar algo lo ha hecho. Así lo hizo con Fomento (y en tiempo récord). Así que si este Jorge dice que se propone fusionar agencias, reestructurar corporaciones públicas y tornar el gobierno en un ente eficiente, ¡créale!
Todo político, al ser en primera instancia sujeto del consumo, lleva la “contradicción” incrustada en su código genético. Inclusive aquellos que practican la partidocracia. Aníbal Acevedo Vilá no es la excepción. Algunos días juega el sucio pasatiempo de la política hacendada, patricia y patriarcal. Otros, luce como un sujeto de consumo comprometido con el porvenir del territorio. Y en otros actúa como el jefe de su tribu, dispuesto a obviar los más elementales principios democráticos con tal de que su partido prevalezca en cualquier disputa (particularmente, si esta es con la oposición). Es un tipo osado (el cierre laboral de mayo pasado prueba este punto más allá de cualquier duda razonable), que usualmente gana las batallas en las que se enfrasca, aunque en ocasiones le toca perder (la cruzada presupuestarias de los últimos dos años).
Consciente del frágil y efímero consenso que le llevó al poder, Aníbal ha tenido que apoderarse de discursos propios del sujeto del consumo para intentar cimentar su monopolio del poder político. Esto a veces le ha funcionado, en otras no. A pesar de que el Secretario de Educación se ha empecinado en hacer todo lo contrario, el hoy gobernador aún insiste que la educación sigue siendo una de sus prioridades. No es de extrañarse entonces que Acevedo Vilá intente apoderarse de discursos que exigen un achicamiento del aparato gubernamental y una mayor eficiencia en la gestión pública.
En este sentido, Silva Puras le ha caído, o del cielo o, como anillo al dedo. Los dotes o la competencia que pueda tener el postecnócrata al respecto no vienen al caso. Lo cierto es que sus ejecutorias frente a Fomento, en lo que a reorganización se refiere, le merecieron una promoción dentro de los esfuerzos de reestructuración del aparato gubernamental (acompañado de un jugoso aumento salarial). Silva Puras debe ser el único de los miembros del gabinete que se propuso cambiar su agencia y lo logró (sin importar las consecuencias de sus actos, si al final se producía un ahorro sustancial para las alicaídas arcas gubernamentales). Esta gesta le mereció coronarse CRO del gobierno de Puerto Rico.
II
Jorge Silva Puras es uno de muchos personajes oscuros en la administración de Acevedo Vilá. A diferencia de sus predecesores populares (quienes usualmente nombraban o personajes reconocidos, o miembros de la aristocracia hacendada), y similar a Roselló (su equipo de trabajo, más que ser estadista, pertenecía a la camada de jóvenes profesionales dispuestos a convertirse en los nuevos tecnócratas, los pos), éste se vio en la necesidad de reclutar rostros frescos para una administración de la cual pocos querían participar por miedo a la inquisición que Roselló y compañía (la oposición, quien controlaba la Legislatura) organizaban en el Capitolio.
Claro, esto no salva que Aníbal utilizara los mismos criterios empleados por otros gobernantes. Por aquello de discernir la competencia de los aspirantes a algún puesto en su gabinete, la pregunta obligada fue: ¿cuánto dinero trajo al partido? Este Jorge no estuvo exento de ello. Como empleado de Procter & Gamble, vendedor estrella de Charmin para Puerto Rico, Silva Puras debió haber conocido muchos donantes potenciales a la causa popular. En este sentido, no deben quedar dudas que Jorge trajo mucho dinero al partido y que por ello fue premiado con la silla de Director Ejecutivo de Fomento.
Tampoco debe haber reparos en que cada cual aspire a realizar lo que quiere en la vida. Silva Puras pudo haber sido vendedor de Charmin, trabajar para una compañía de capital líquido empeñada en eliminar la competencia local en cada uno de los terrotorios conquistados. Pero si su aspiración era convertirse en postecnócrata y dedicarse a la reingeniería del gobierno, bien por él. ¿La competencia al respecto? Se le debe otorgar otra vez el beneficio de la duda. En un mundo que cada día exige mayor número de competencias de parte del trabajador, es refrescante encontrar alguien dedicado al mundo de los negocios que pueda asumir retos y triunfar en el proceso.
Así Jorge llegó a Fomento y se dedicó a reestructurar la agencia en vías de lograr ahorros significativos en su presupuesto, eliminar “grasa” (excedente de empleados que con toda probabilidad terminaron en sus puestos por favores políticos) y crear un ente gubernamental más eficiente. Se hizo de las herramientas disponibles: retiro temprano incentivado, eliminación de puestos transitorios, convocatorias a puestos dilucidados por las competencias particulares del empleado. ¿El saldo? Un número significativo de empleados despojados de su trabajo, sin sustento, dispuestos a vaciar las arcas del desempleo, las ayudas locales y federales, y con la predisposición a aceptar el empleo que le pudiera ofrecer el actual mercado laboral.
Queda por ver si Fomento es un ente más eficiente, si los ahorros proyectados se cumplen, o si el dinero no es desviado a otras gestiones de carácter frívolo que hagan del proyecto uno pasajero, carente de voluntad política. Hasta ahí bien. El problema: ¿qué se hace con el excedente de empleados? Puede que la reestructuración de la agencia haya producido los frutos deseados, pero ¿y qué de la otra parte? ¿De los desterrados, los liquidados fulminantemente, los olvidados (recordando a Buñuel)? De eso nada.
III
Alguien debió soplarle al oído a Aníbal que, después de todo, Jorge Silva Puras lo había hecho bien. La imprevista salida de su capataz-ahora-convertido-en-gerenciador-de-partido, el otrora Secretario de la Gobernación, José Aníbal Torres, le posibilitó repensar dicho puesto. Pero sobre todo, la caótica batalla de mayo le había producido un buen saldo al gobernador. Su victoria en la garata le brindaba claves sobre cómo redirigir su discurso para ampliar el apoyo de la base de sujetos de consumo: achicar el gobierno, hacerlo más eficiente. Acevedo Vilá intentó apropiarse del discurso de la sustentabilidad, moldearlo a sus propósitos políticos para así incrementar su monopolio de poder político. Le resultaba importante también asegurar las camadas centrífugas del desaparecido Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), para que permanecieran de su lado.
[La seducción del electorado del PIP bajo esta estrategia discursiva se producía en la medida que el cuadro directivo de dicho partido se enfocó casi siempre en señalar las deficiencias a nivel administrativo de los principales partidos políticos, no en la consecución de la independencia. Como muestra de ello está el aura de justiciero que David Noriega exhibió en sus días como legislador. Esto, sin embargo, no le sirvió para llegar hasta Fortaleza. Nada, paradojas de la vida bajo el signo del capital líquido.]
Fresco de su álgida victoria en la reorganización de Fomento, Silva Puras dio el brincó, se agenció de la Secretaría de la Gobernación y se autoproclamó RCO. Desde los balcones de su oficina en Fortaleza declaró que su misión era la reestructuración del gobierno a modo de hacerle más chico y eficiente. Anunció su embestida contra la Autoridad de Energía Eléctrica (enfureciendo, de paso, el liderato y matrícula de la UTIER), fusión de agencias, y reducción de personal en dependencias gubernamentales. Tal pareciese que el gobernador le había otorgado poderes ilimitados al otro Jorge para que llevara a cabo su agenda.
Extrañamente, a Silva Puras se le olvidaba, nuevamente, el otro lado de la moneda. (Mas extraño resulta el dato cuando se toma en consideración que su antiguo puesto en el gabinete lo vinculaba al desarrollo económico del país). Sus planes, anunciados con bombos y platillos, apuntaban a un cambio de dirección beneficioso para el país, una mutación de la gestión pública que se encaminaba a elevar la competitividad del territorio en el mercado geopolítico actual. Pero al no tomar en consideración la suerte que correría aquel empleado desplazado, la virtud que pudiera acompañar su gesta se convertiría, al mismo tiempo, en leña que alimentaría el fuego infernal que representa el mercado laboral actual.
Comete así tres errores básicos Silva Puras en su gestión: construye/constituye el ecosistema de forma maníquea; no respeta la biodiversidad; despacha la sustentabilidad. En su ecosistema no hay espacio para aquello que no fuese la gestión gubernamental (entendida como patrono). Lo que sucede fuera de ella no le importa. Es una reformulación vulgar y grosera del “ellos y nosotros.” Al establecer esta pauta, la biodiversidad es expulsada de la ecuación; ni siquiera se reconoce. Un mundo construido de esta manera no puede ser autosustentable. Regresamos así al hombre unidimensional: o trabajas (para el gobierno) o no trabajas; lo demás no importa.
Lo que el otro Jorge se economiza al reducir la fuerza trabajadora del país, lo pierde en el fisco. A menor número de adultos empleados, se achica la base contributiva del país. El mismo efecto ocurre en cuanto al impuesto sobre la venta: sin dinero que gastar, ¿cómo se va a recaudar? En todo caso, si bien existiría un ahorro en términos salariales, el paquete de ayudas desembolsado continuaría desangrando el fisco. ¿O acaso se piensan abandonarlos a su suerte?
Siendo justos, debe existir un Plan B. Ya se verá a Román Velasco, Secretario del Trabajo, corriendo con su feria (tipo fiesta patronal) reclutando a todos los psicólogos que se encuentre en el camino, para brindarle apoyo emocional a los desplazados, diciéndole que aunque la economía está detenida y el mercado laboral estancado “ya verán que conseguirán trabajo, aunque sea en un McDonalds.”
IV
Es galante la empresa del nuevo Secretario de la Gobernación. Pero mientras la misma sea socavada por la partidocracia practicada solapadamente por el gobernador de turno, sus frutos traerán más problemas de los que pretende resolver. Ciertamente Acevedo Vilá tiene un plan de desarrollo: la biotecnología. Pero, ¿cuántos empleados desplazados de la UTIER cualifican para trabajar en empresas de alta tecnología? ¿Cuántas secretarias y trabajadores clericales caben en una empresa cómo esa?
Puede que sean buenas las intenciones del otro Jorge, pero la política pública (o la ausencia de esta) y el ejercicio del poder practicado por Acevedo Vilá apunta a un desastre en ciernes. Aún en su discurso sobre la biotecnología existen serias incongruencias: la educación es uno de sus ejes, y sin embargo el desempeño y compromiso del actual Secretario de esa dependencia sólo puede medirse en números negativos. No existe tampoco un plan articulado de readiestramiento para lograr que la fuerza trabajadora actual (tanto empleada como desplazada) pueda encaminarse por dicha senda.
De lo que se trata es del ejercicio crudo de la partidocracia. Apoderarse de un discurso a modo de continuar monopolizando el poder. Y como en un tribunal el desconocimiento no exonera a nadie de culpa, desgraciadamente el flamante Secretario de la Gobernación deberá ser acusado de crímenes de lesa humanidad. Después de todo, de buenas intenciones está adornado el camino al infierno...
2006, Derechos Reservados
I
Desde su aparición como paladín del achicamiento del gobierno, se hace imperante la creación de un nuevo puesto en los escalafones ejecutivos del mundo empresarial: Chief Reengineering Officer o CRO (por sus siglas en inglés). Contrario a la inconsecuente reingeniería del Departamento de Educación llevada a cabo por el hidalgo César Rey y supuestamente continuada por el doctor Aragunde y su secuaz Waldo, allí donde Jorge dice que va a reestructurar algo lo ha hecho. Así lo hizo con Fomento (y en tiempo récord). Así que si este Jorge dice que se propone fusionar agencias, reestructurar corporaciones públicas y tornar el gobierno en un ente eficiente, ¡créale!
Todo político, al ser en primera instancia sujeto del consumo, lleva la “contradicción” incrustada en su código genético. Inclusive aquellos que practican la partidocracia. Aníbal Acevedo Vilá no es la excepción. Algunos días juega el sucio pasatiempo de la política hacendada, patricia y patriarcal. Otros, luce como un sujeto de consumo comprometido con el porvenir del territorio. Y en otros actúa como el jefe de su tribu, dispuesto a obviar los más elementales principios democráticos con tal de que su partido prevalezca en cualquier disputa (particularmente, si esta es con la oposición). Es un tipo osado (el cierre laboral de mayo pasado prueba este punto más allá de cualquier duda razonable), que usualmente gana las batallas en las que se enfrasca, aunque en ocasiones le toca perder (la cruzada presupuestarias de los últimos dos años).
Consciente del frágil y efímero consenso que le llevó al poder, Aníbal ha tenido que apoderarse de discursos propios del sujeto del consumo para intentar cimentar su monopolio del poder político. Esto a veces le ha funcionado, en otras no. A pesar de que el Secretario de Educación se ha empecinado en hacer todo lo contrario, el hoy gobernador aún insiste que la educación sigue siendo una de sus prioridades. No es de extrañarse entonces que Acevedo Vilá intente apoderarse de discursos que exigen un achicamiento del aparato gubernamental y una mayor eficiencia en la gestión pública.
En este sentido, Silva Puras le ha caído, o del cielo o, como anillo al dedo. Los dotes o la competencia que pueda tener el postecnócrata al respecto no vienen al caso. Lo cierto es que sus ejecutorias frente a Fomento, en lo que a reorganización se refiere, le merecieron una promoción dentro de los esfuerzos de reestructuración del aparato gubernamental (acompañado de un jugoso aumento salarial). Silva Puras debe ser el único de los miembros del gabinete que se propuso cambiar su agencia y lo logró (sin importar las consecuencias de sus actos, si al final se producía un ahorro sustancial para las alicaídas arcas gubernamentales). Esta gesta le mereció coronarse CRO del gobierno de Puerto Rico.
II
Jorge Silva Puras es uno de muchos personajes oscuros en la administración de Acevedo Vilá. A diferencia de sus predecesores populares (quienes usualmente nombraban o personajes reconocidos, o miembros de la aristocracia hacendada), y similar a Roselló (su equipo de trabajo, más que ser estadista, pertenecía a la camada de jóvenes profesionales dispuestos a convertirse en los nuevos tecnócratas, los pos), éste se vio en la necesidad de reclutar rostros frescos para una administración de la cual pocos querían participar por miedo a la inquisición que Roselló y compañía (la oposición, quien controlaba la Legislatura) organizaban en el Capitolio.
Claro, esto no salva que Aníbal utilizara los mismos criterios empleados por otros gobernantes. Por aquello de discernir la competencia de los aspirantes a algún puesto en su gabinete, la pregunta obligada fue: ¿cuánto dinero trajo al partido? Este Jorge no estuvo exento de ello. Como empleado de Procter & Gamble, vendedor estrella de Charmin para Puerto Rico, Silva Puras debió haber conocido muchos donantes potenciales a la causa popular. En este sentido, no deben quedar dudas que Jorge trajo mucho dinero al partido y que por ello fue premiado con la silla de Director Ejecutivo de Fomento.
Tampoco debe haber reparos en que cada cual aspire a realizar lo que quiere en la vida. Silva Puras pudo haber sido vendedor de Charmin, trabajar para una compañía de capital líquido empeñada en eliminar la competencia local en cada uno de los terrotorios conquistados. Pero si su aspiración era convertirse en postecnócrata y dedicarse a la reingeniería del gobierno, bien por él. ¿La competencia al respecto? Se le debe otorgar otra vez el beneficio de la duda. En un mundo que cada día exige mayor número de competencias de parte del trabajador, es refrescante encontrar alguien dedicado al mundo de los negocios que pueda asumir retos y triunfar en el proceso.
Así Jorge llegó a Fomento y se dedicó a reestructurar la agencia en vías de lograr ahorros significativos en su presupuesto, eliminar “grasa” (excedente de empleados que con toda probabilidad terminaron en sus puestos por favores políticos) y crear un ente gubernamental más eficiente. Se hizo de las herramientas disponibles: retiro temprano incentivado, eliminación de puestos transitorios, convocatorias a puestos dilucidados por las competencias particulares del empleado. ¿El saldo? Un número significativo de empleados despojados de su trabajo, sin sustento, dispuestos a vaciar las arcas del desempleo, las ayudas locales y federales, y con la predisposición a aceptar el empleo que le pudiera ofrecer el actual mercado laboral.
Queda por ver si Fomento es un ente más eficiente, si los ahorros proyectados se cumplen, o si el dinero no es desviado a otras gestiones de carácter frívolo que hagan del proyecto uno pasajero, carente de voluntad política. Hasta ahí bien. El problema: ¿qué se hace con el excedente de empleados? Puede que la reestructuración de la agencia haya producido los frutos deseados, pero ¿y qué de la otra parte? ¿De los desterrados, los liquidados fulminantemente, los olvidados (recordando a Buñuel)? De eso nada.
III
Alguien debió soplarle al oído a Aníbal que, después de todo, Jorge Silva Puras lo había hecho bien. La imprevista salida de su capataz-ahora-convertido-en-gerenciador-de-partido, el otrora Secretario de la Gobernación, José Aníbal Torres, le posibilitó repensar dicho puesto. Pero sobre todo, la caótica batalla de mayo le había producido un buen saldo al gobernador. Su victoria en la garata le brindaba claves sobre cómo redirigir su discurso para ampliar el apoyo de la base de sujetos de consumo: achicar el gobierno, hacerlo más eficiente. Acevedo Vilá intentó apropiarse del discurso de la sustentabilidad, moldearlo a sus propósitos políticos para así incrementar su monopolio de poder político. Le resultaba importante también asegurar las camadas centrífugas del desaparecido Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), para que permanecieran de su lado.
[La seducción del electorado del PIP bajo esta estrategia discursiva se producía en la medida que el cuadro directivo de dicho partido se enfocó casi siempre en señalar las deficiencias a nivel administrativo de los principales partidos políticos, no en la consecución de la independencia. Como muestra de ello está el aura de justiciero que David Noriega exhibió en sus días como legislador. Esto, sin embargo, no le sirvió para llegar hasta Fortaleza. Nada, paradojas de la vida bajo el signo del capital líquido.]
Fresco de su álgida victoria en la reorganización de Fomento, Silva Puras dio el brincó, se agenció de la Secretaría de la Gobernación y se autoproclamó RCO. Desde los balcones de su oficina en Fortaleza declaró que su misión era la reestructuración del gobierno a modo de hacerle más chico y eficiente. Anunció su embestida contra la Autoridad de Energía Eléctrica (enfureciendo, de paso, el liderato y matrícula de la UTIER), fusión de agencias, y reducción de personal en dependencias gubernamentales. Tal pareciese que el gobernador le había otorgado poderes ilimitados al otro Jorge para que llevara a cabo su agenda.
Extrañamente, a Silva Puras se le olvidaba, nuevamente, el otro lado de la moneda. (Mas extraño resulta el dato cuando se toma en consideración que su antiguo puesto en el gabinete lo vinculaba al desarrollo económico del país). Sus planes, anunciados con bombos y platillos, apuntaban a un cambio de dirección beneficioso para el país, una mutación de la gestión pública que se encaminaba a elevar la competitividad del territorio en el mercado geopolítico actual. Pero al no tomar en consideración la suerte que correría aquel empleado desplazado, la virtud que pudiera acompañar su gesta se convertiría, al mismo tiempo, en leña que alimentaría el fuego infernal que representa el mercado laboral actual.
Comete así tres errores básicos Silva Puras en su gestión: construye/constituye el ecosistema de forma maníquea; no respeta la biodiversidad; despacha la sustentabilidad. En su ecosistema no hay espacio para aquello que no fuese la gestión gubernamental (entendida como patrono). Lo que sucede fuera de ella no le importa. Es una reformulación vulgar y grosera del “ellos y nosotros.” Al establecer esta pauta, la biodiversidad es expulsada de la ecuación; ni siquiera se reconoce. Un mundo construido de esta manera no puede ser autosustentable. Regresamos así al hombre unidimensional: o trabajas (para el gobierno) o no trabajas; lo demás no importa.
Lo que el otro Jorge se economiza al reducir la fuerza trabajadora del país, lo pierde en el fisco. A menor número de adultos empleados, se achica la base contributiva del país. El mismo efecto ocurre en cuanto al impuesto sobre la venta: sin dinero que gastar, ¿cómo se va a recaudar? En todo caso, si bien existiría un ahorro en términos salariales, el paquete de ayudas desembolsado continuaría desangrando el fisco. ¿O acaso se piensan abandonarlos a su suerte?
Siendo justos, debe existir un Plan B. Ya se verá a Román Velasco, Secretario del Trabajo, corriendo con su feria (tipo fiesta patronal) reclutando a todos los psicólogos que se encuentre en el camino, para brindarle apoyo emocional a los desplazados, diciéndole que aunque la economía está detenida y el mercado laboral estancado “ya verán que conseguirán trabajo, aunque sea en un McDonalds.”
IV
Es galante la empresa del nuevo Secretario de la Gobernación. Pero mientras la misma sea socavada por la partidocracia practicada solapadamente por el gobernador de turno, sus frutos traerán más problemas de los que pretende resolver. Ciertamente Acevedo Vilá tiene un plan de desarrollo: la biotecnología. Pero, ¿cuántos empleados desplazados de la UTIER cualifican para trabajar en empresas de alta tecnología? ¿Cuántas secretarias y trabajadores clericales caben en una empresa cómo esa?
Puede que sean buenas las intenciones del otro Jorge, pero la política pública (o la ausencia de esta) y el ejercicio del poder practicado por Acevedo Vilá apunta a un desastre en ciernes. Aún en su discurso sobre la biotecnología existen serias incongruencias: la educación es uno de sus ejes, y sin embargo el desempeño y compromiso del actual Secretario de esa dependencia sólo puede medirse en números negativos. No existe tampoco un plan articulado de readiestramiento para lograr que la fuerza trabajadora actual (tanto empleada como desplazada) pueda encaminarse por dicha senda.
De lo que se trata es del ejercicio crudo de la partidocracia. Apoderarse de un discurso a modo de continuar monopolizando el poder. Y como en un tribunal el desconocimiento no exonera a nadie de culpa, desgraciadamente el flamante Secretario de la Gobernación deberá ser acusado de crímenes de lesa humanidad. Después de todo, de buenas intenciones está adornado el camino al infierno...