ESCARAMUZAS PREOTOÑALES
J.S. Lucerna
2006, Derechos Reservados
I
El protagonismo regresa. La necesidad de llamar la atención, por métodos muy convencionales. De nuevo, las camadas socialistas vuelven a tomar la universidad por asalto...
Ya no se trata de la matrícula. Ahora es la supuesta privatización del teatro. Un centenar de almas perteneciente a la Unión de Juventudes Socialistas (whatever that means!), se apostaron en las escalinatas del edificio impidiendo la entrada de los allí citados. No pudo entrar el gobernador, el expresidente de la institución, figuras de las artes, ni cualquier otro hijo de vecino que así lo deseara. Abajo se vino la idea de integrar la comunidad a la Universidad; ésta pertenece al pueblo, a los pobres, no a los “grandes intereses.”
Pero, ¿es realmente la universidad de los pobres? Y, ¿cuál es la extracción de clase de las huestes socialistas? ¿Por qué el teatro? ¿Qué tiene que ver la universidad con todo esto?
II
Primero lo primero: la universidad es del pueblo. Luego de protagonizar la huelga más antidemocrática de la historia, se pudiera pensar que las huestes socialistas retrocederían y repensarían sus estrategias a modo de limpiar su imagen y redirigir sus esfuerzos. La huelga del 2005 se caracterizó por: la actitud proto fascista de un puñado de fanáticos empeñados en empujar la institución a un caos total; un argumento hueco completamente desconectado de la realidad, nacido de una guerra fría culminada quince años atrás; actos de violencia no institucional, sino promovida por las propias huestes “luchadoras de la paz y la justicia”; estrategias puramente dictatoriales en vías de empujar sus propios intereses; la demonización sistemática de todo aquel que disintiera.
Como ha probado toda huelga acaecida luego del 1980, el problema de la UPR ha sido uno de acceso, no de dinero. La UPR carece de estudiantes de escasos recursos no porque no puedan pagar la matrícula, sino porque no cumplen con los requisitos de entrada. Los estudiantes de bajos recursos van a las universidades privadas y pagan cifras astronómicas por su educación, pues de lo que se trata es de ganar acceso al consumo. El estudiante invierte en su futuro; su educación responde al imperativo de cómo entrar en la cadena global de distribución y, por añadidura, convertirse en sujetos del consumo. No es la educación decimonónica liberadora e iluminadora la que persigue. Por eso, la universidad pal pueblo le interesa un bledo. Si esos son los sujetos revolucionarios de los socialistas, ¿qué puede esperarse de sujetos ya formados en el consumo, que estudian en colegios privados y entran en la UPR en virtud de ello?
Por eso el discurso de la universidad pal pueblo ya no cala en los estudiantes. Habla de un pasado remoto inexistente que no tiene nada que ver con el proceso de subjetivación de los individuos prestos a acceder al consumo. O al menos, no cuando se trata de pago de matrícula. Y para un sujeto ya inmerso en el consumo le parece perfectamente viable que el teatro de la institución sea manejado por sujetos del capitalismo líquido. Es garantía de eficiencia.
Al igual que en el 2005, ante la falta de convocatoria y el progresivo debilitamiento de su discurso, se recurre a estrategias coercitivas para interrumpir el flujo de deseo dentro del territorio. Se plantan en las escalinatas en principio como acto de penitencia, dispuestos a que le pasen por encima con tal de demostrar su compromiso. Pero tan pronto alguien les pone un dedo encima, su actitud pasiva se transforma en violencia no institucional.
III
¿Cómo rescatar la idea de la universidad pal pueblo? El principio organizador debería ser el acceso a la institución, en virtud de la voluntad de acceso al consumo de los estudiantes. Si tomamos esto por cierto, resultaría necesario poder ampliar la universidad para dar mayor cabida a estudiantes. Ante la crisis del Estado, resulta difícil pensar que la propia universidad pudiese lograr esto. Lo cual implica crear vínculos con el capital líquido en vías de allegar fondos que permitan abrir la base de la universidad.
Esto ya sucede. Año tras año, la facultad de Ciencias Naturales recibe millones de dólares del sector farmacéutico dirigido a adiestrar futuros obreros de la industria y desarrollar, en conjunto con la institución, nuevos productos y procedimientos. Otras facultades lo hacen a través de fondos federales. (¿Por qué, las huestes revolucionarias no protestan contra ello?). Es necesario también una apertura significativa de la universidad hacia la comunidad. Es imperioso acoger los intereses de la sociedad de consumo a ella, a modo de revestirle de pertinencia. Por último, la universidad necesita retomar y acoger nuevamente la producción cultural local e imprimirle un sello metropolitano.
¿Por qué debe hacer todo esto la UPR? Porque las universidades privadas del país ya lo hacen. El sistema universitario Ana G. Méndez, la Universidad del Sagrado Corazón y la Universidad Politécnica han venido a ocupar ese vacío. Por eso capitalizan en las camadas de estudiantes desencantados con el sistema público que, gracias a ser rehén de las huestes socialistas, poco a poco caen en decadencia y caducidad.
2006, Derechos Reservados
I
El protagonismo regresa. La necesidad de llamar la atención, por métodos muy convencionales. De nuevo, las camadas socialistas vuelven a tomar la universidad por asalto...
Ya no se trata de la matrícula. Ahora es la supuesta privatización del teatro. Un centenar de almas perteneciente a la Unión de Juventudes Socialistas (whatever that means!), se apostaron en las escalinatas del edificio impidiendo la entrada de los allí citados. No pudo entrar el gobernador, el expresidente de la institución, figuras de las artes, ni cualquier otro hijo de vecino que así lo deseara. Abajo se vino la idea de integrar la comunidad a la Universidad; ésta pertenece al pueblo, a los pobres, no a los “grandes intereses.”
Pero, ¿es realmente la universidad de los pobres? Y, ¿cuál es la extracción de clase de las huestes socialistas? ¿Por qué el teatro? ¿Qué tiene que ver la universidad con todo esto?
II
Primero lo primero: la universidad es del pueblo. Luego de protagonizar la huelga más antidemocrática de la historia, se pudiera pensar que las huestes socialistas retrocederían y repensarían sus estrategias a modo de limpiar su imagen y redirigir sus esfuerzos. La huelga del 2005 se caracterizó por: la actitud proto fascista de un puñado de fanáticos empeñados en empujar la institución a un caos total; un argumento hueco completamente desconectado de la realidad, nacido de una guerra fría culminada quince años atrás; actos de violencia no institucional, sino promovida por las propias huestes “luchadoras de la paz y la justicia”; estrategias puramente dictatoriales en vías de empujar sus propios intereses; la demonización sistemática de todo aquel que disintiera.
Como ha probado toda huelga acaecida luego del 1980, el problema de la UPR ha sido uno de acceso, no de dinero. La UPR carece de estudiantes de escasos recursos no porque no puedan pagar la matrícula, sino porque no cumplen con los requisitos de entrada. Los estudiantes de bajos recursos van a las universidades privadas y pagan cifras astronómicas por su educación, pues de lo que se trata es de ganar acceso al consumo. El estudiante invierte en su futuro; su educación responde al imperativo de cómo entrar en la cadena global de distribución y, por añadidura, convertirse en sujetos del consumo. No es la educación decimonónica liberadora e iluminadora la que persigue. Por eso, la universidad pal pueblo le interesa un bledo. Si esos son los sujetos revolucionarios de los socialistas, ¿qué puede esperarse de sujetos ya formados en el consumo, que estudian en colegios privados y entran en la UPR en virtud de ello?
Por eso el discurso de la universidad pal pueblo ya no cala en los estudiantes. Habla de un pasado remoto inexistente que no tiene nada que ver con el proceso de subjetivación de los individuos prestos a acceder al consumo. O al menos, no cuando se trata de pago de matrícula. Y para un sujeto ya inmerso en el consumo le parece perfectamente viable que el teatro de la institución sea manejado por sujetos del capitalismo líquido. Es garantía de eficiencia.
Al igual que en el 2005, ante la falta de convocatoria y el progresivo debilitamiento de su discurso, se recurre a estrategias coercitivas para interrumpir el flujo de deseo dentro del territorio. Se plantan en las escalinatas en principio como acto de penitencia, dispuestos a que le pasen por encima con tal de demostrar su compromiso. Pero tan pronto alguien les pone un dedo encima, su actitud pasiva se transforma en violencia no institucional.
III
¿Cómo rescatar la idea de la universidad pal pueblo? El principio organizador debería ser el acceso a la institución, en virtud de la voluntad de acceso al consumo de los estudiantes. Si tomamos esto por cierto, resultaría necesario poder ampliar la universidad para dar mayor cabida a estudiantes. Ante la crisis del Estado, resulta difícil pensar que la propia universidad pudiese lograr esto. Lo cual implica crear vínculos con el capital líquido en vías de allegar fondos que permitan abrir la base de la universidad.
Esto ya sucede. Año tras año, la facultad de Ciencias Naturales recibe millones de dólares del sector farmacéutico dirigido a adiestrar futuros obreros de la industria y desarrollar, en conjunto con la institución, nuevos productos y procedimientos. Otras facultades lo hacen a través de fondos federales. (¿Por qué, las huestes revolucionarias no protestan contra ello?). Es necesario también una apertura significativa de la universidad hacia la comunidad. Es imperioso acoger los intereses de la sociedad de consumo a ella, a modo de revestirle de pertinencia. Por último, la universidad necesita retomar y acoger nuevamente la producción cultural local e imprimirle un sello metropolitano.
¿Por qué debe hacer todo esto la UPR? Porque las universidades privadas del país ya lo hacen. El sistema universitario Ana G. Méndez, la Universidad del Sagrado Corazón y la Universidad Politécnica han venido a ocupar ese vacío. Por eso capitalizan en las camadas de estudiantes desencantados con el sistema público que, gracias a ser rehén de las huestes socialistas, poco a poco caen en decadencia y caducidad.
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